La Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), la estrategia global de desarrollo de infraestructuras de China y el programa insignia de la política exterior de su presidente Xi Jinping, promueve expresamente el intercambio, la cooperación y el diálogo internacionales. Más de 140 países han firmado ya un memorando de entendimiento con China para cooperar en el marco de la BRI, incluidos 21 de América Latina y el Caribe, siendo Argentina el último miembro de la región.
Una de las aspiraciones de la BRI, según el Ministerio de Ecología y Medio Ambiente de China, es “compartir el concepto y la práctica de la civilización ecológica”, una visión de un futuro verde que ha impregnado todos los ámbitos de la política china. La civilización ecológica, que apareció por primera vez en los debates del Gobierno en 2007 y tuvo un alcance inicialmente nacional, pretende ahora transmitir el compromiso de China con las cuestiones medioambientales a nivel mundial, como forma de restablecer la cooperación y la estabilidad en el orden internacional. También hay motivaciones económicas: la construcción de una civilización ecológica global requiere una red de infraestructuras, comercio, integración financiera y tecnología de energías renovables, que podría tener su origen en China.
Inspirada en ciertos principios filosóficos chinos, la civilización ecológica se presenta como un paradigma de desarrollo nacional, que ha cobrado especial fuerza bajo el liderazgo del presidente Xi, al haber sido consagrada en la constitución del Partido Comunista en 2012. Sus elementos clave son la justicia, la eficiencia, la armonía y el desarrollo cultural, así como la búsqueda de altos niveles de producción a partir de procesos limpios, el uso sostenible de los recursos y la buena gobernanza social. La eficiencia, en este contexto, se entiende como el logro de un alto grado de producción manteniendo un estado de armonía ecológica y desarrollo cultural.
Los elementos clave de la civilización ecológica son la justicia, la eficiencia, la armonía, la búsqueda de altos niveles de producción a partir de procesos limpios, el uso sostenible de los recursos y la buena gobernanza social
Mirando hacia la escala global, el discurso de la civilización ecológica puede ser visto como un objetivo para influir en la gobernanza ambiental en los foros internacionales, en las “responsabilidades comunes pero diferenciadas” para abordar el cambio climático dentro de las negociaciones de la ONU, y alinearse con los objetivos de la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030. El mensaje de esta postura es que cada país debe ser capaz de abordar las cuestiones relativas al desarrollo sostenible basándose en sus propias experiencias y, por tanto, diseñar sus propias instituciones medioambientales.
¿Qué implicaciones tiene para América Latina el impulso de China a la civilización ecológica?
El concepto de civilización ecológica tiene el potencial de influir en un nuevo paradigma de cooperación en materia de sostenibilidad. Pero para América Latina -una región políticamente fragmentada que ha dependido durante mucho tiempo de las industrias extractivas de alto impacto- una integración en el discurso, de forma que pueda beneficiarse de la tecnología y las finanzas chinas, también conlleva desafíos.
Tecnología verde
Entre las estrategias que podrían contribuir al impulso de la civilización ecológica está el plan China Standards 2035. Este plan pretende situar a China como punto de referencia para las normas mundiales sobre tecnologías emergentes como la inteligencia artificial, el Internet de las cosas -objetos físicos que se conectan e intercambian datos con otros dispositivos y sistemas a través de internet- y las nuevas energías, y aboga por la cooperación en estos ámbitos a través de la BRI. La iniciativa también se presenta como una forma de utilizar la tecnología china para ayudar a otros países en su transición hacia economías verdes.
Por lo tanto, esta transición verde como parte de una civilización ecológica más global puede entenderse también como una palanca implícita para el crecimiento económico chino y la influencia reguladora a través de la estandarización internacional.
Retóricamente, y con un papel de liderazgo consolidado en el mercado mundial de las energías renovables, tanto la BRI como el concepto de civilización ecológica pretenden crear impresiones positivas sobre el despliegue internacional de la tecnología, las normas y la gobernanza medioambiental chinas.
La promoción de la civilización ecológica también se basa en el mensaje de que China es una potencia “emergente”, que espera generar impresiones favorables en torno a los discursos pro-sur y la cooperación entre los países que buscan un mejor acceso a la tecnología y las finanzas.
La civilización ecológica y América Latina
Para América Latina, entender y comprometerse con el concepto de civilización ecológica es importante, y podría tener amplios beneficios. Además de tener implicaciones para las ambiciones tecnológicas de China en el mercado mundial, podría contribuir a configurar la dinámica del intercambio transpacífico.
A medida que América Latina se compromete cada vez más con la BRI, hablar el lenguaje de la civilización ecológica y el desarrollo sostenible de China podría ayudar a conseguir favores diplomáticos. También podría permitir a sus gobiernos y organizaciones regionales coordinar más estrechamente los principios y las directrices políticas que podrían definir los términos del comercio, la inversión y la ayuda al desarrollo exterior, con consecuencias para la transición energética.
Hasta la fecha, la noción de civilización ecológica no ha aparecido de forma generalizada en los discursos oficiales chinos o en los medios de comunicación en relación con América Latina, ni tampoco en los de los funcionarios en América Latina, aunque el concepto ha influido claramente en los esfuerzos por “ecologizar” la BRI. Funcionarios y comentaristas chinos han tratado constantemente de construir narrativas comunes sobre la armonía humana con el medioambiente, los principios compartidos y la adopción de la cooperación frente a los desafíos ambientales.
Alicia Bárcena, la influyente secretaria ejecutiva saliente de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de la ONU, que ha abogado por estrechar los lazos políticos y económicos con China, ha hecho comentarios positivos sobre el concepto de civilización ecológica. En un artículo de opinión publicado en 2020 en varios medios de comunicación nacionales de América Latina y el Caribe, lo describió como una importante expresión de la necesidad de abordar la crisis medioambiental mundial y promover una recuperación económica verde, junto con otras iniciativas como los “acuerdos verdes” de la UE, Corea del Sur y los demócratas estadounidenses.
Entender y comprometerse con el concepto de civilización ecológica podría contribuir a configurar la dinámica del intercambio transpacífico
Si bien la creación de un apoyo bilateral para las ambiciones de la política exterior china ha tenido cierto éxito en la región, a nivel multilateral China ha tratado de establecer la agenda para la cooperación científica y técnica, la coordinación de políticas, la financiación multilateral, la comercialización y la transferencia de tecnología a través del “Plan de Acción Conjunto China-CELAC para la Cooperación en Áreas Clave (2022-2024)“. Este plan, emitido tras el último foro entre China y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) en diciembre de 2021, abre la puerta a la difusión de tecnologías y estándares verdes, y tecnologías de la información y la comunicación.
Las empresas y los financieros chinos han tenido una presencia notable en el creciente mercado de las energías renovables en América Latina. El plan de acción tiene como objetivo la continuación de la inversión y la cooperación en este ámbito, tratando de ampliar una red de economías latinoamericanas que utilicen tecnología china. Sin embargo, esta inversión se ha concentrado hasta ahora en unos pocos países, como Argentina y Brasil, por lo que no puede decirse que dicha red esté consolidada, ni que América Latina esté configurando fuertemente la civilización ecológica en este sentido.
Existen otros obstáculos. Por un lado, la integración regional en América Latina es débil, y organismos como la CELAC están poco institucionalizados. Otros, como el Mercosur, están divididos en sus visiones sobre su relación con China. Esto imposibilita la articulación de acuerdos y estrategias comunes, en la mayoría de los casos, a pesar de las oportunidades de cooperación al desarrollo y comercio que puede ofrecer China. A un nivel más profundo, el concepto de civilización ecológica no cuestiona los preceptos de la civilización capitalista moderna, que ha convertido a América Latina en proveedora de materias primas de alto impacto ambiental en las cadenas de valor globales. Tampoco América Latina ha dado importancia al “enfoque territorial” del desarrollo sostenible, un concepto de la literatura sobre el desarrollo que da prioridad a los paradigmas locales y regionales, y aboga por desalentar el “extractivismo“ a través de políticas.
En estas circunstancias, si América Latina espera fortalecer su relación con China, debe buscar un compromiso con el concepto de civilización ecológica, a la vez que se aplican políticas nacionales que apuntan a fortalecer el enfoque territorial para superar la pobreza rural. Esto implica apoyar procesos intersectoriales de transformación productiva, aprovechando los insumos y conocimientos chinos que puedan contribuir a aumentar la eficiencia y disuadir la continua expansión de las fronteras mineras y agrícolas. Los países latinoamericanos no deben dejar pasar las oportunidades que se presentan en un nuevo contexto ambiental y económico global de ambición verde, que en parte está configurado por China.
El reto de América Latina es participar en este giro hacia la civilización ecológica, involucrando a las iniciativas empresariales, a sus organizaciones profesionales independientes, al mundo académico y a los movimientos ecologistas, tanto en los debates como en la aplicación de una agenda de desarrollo sostenible.
Estos esfuerzos ayudarían a construir un diálogo de cooperación China-América Latina en el que se conecten las tecnologías que apoyan una civilización ecológica con soluciones como la microfinanciación para el emprendimiento y la creación de parques de desarrollo agroindustrial, entre otras posibilidades.
Un mayor cambio basado en los principios de la civilización ecológica supone que América Latina debe reorientar su relación con China, pasando de una relación basada superficialmente en el comercio a otra basada en la sostenibilidad, y como región clave en la construcción de una agenda medioambiental global.