Para llegar a Cachoeira do Aruã, una remota comunidad ribereña del estado brasileño de Pará, hay que viajar desde el puerto de Santarém por el río Arapiuns. Durante gran parte de las cuatro horas de viaje en lancha rápida, la orilla del río linda con selva virgen, lo que da la impresión de llegar a una Amazonía casi intacta.
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Este artículo es un resumen del tercer episodio de Amazônia Ocupada, una nueva serie de podcasts de Diálogo Chino, disponible sólo en portugués aquí.
La realidad es muy diferente. La zona de Cachoeira do Aruã es un punto caliente para la extracción de madera. En la actualidad, el asentamiento alberga a unas 130 familias, cuya población ha crecido desde que las empresas madereras comenzaron a explotar la región.
Este denso bosque nativo está salpicado de signos de actividad maderera. En las orillas del río Arapiuns, vemos dos claros ante los que están amarradas grandes balsas, punto de partida de enormes cargas de troncos amazónicos, sobre todo en la estación seca, entre julio y enero.
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Aruã también se ha convertido en una atracción turística, con visitantes que llegan para ver la cascada que da nombre a la zona. También fue noticia en marzo de 2021, cuando el ex ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, fue fotografiado en la región, poco después de que la Policía Federal incautara más de 226.000 metros cúbicos de madera, por valor de unos 129 millones de reales (25 millones de dólares).
Salles acudió para intentar mediar en la situación entre la policía y las empresas madereras, como afirmó en su momento. Pero pronto surgieron acusaciones de que el propio ministro podría estar implicado en el mercado ilegal de la madera y que intentaba interferir en las investigaciones, algo que él niega.
La extracción de madera por parte de los madereros es el tema central de la tercera parte de la nueva serie de podcasts de Diálogo Chino Amazônia Ocupada (disponible sólo en portugués). A lo largo de cinco episodios, examinamos cómo un modelo de explotación de la Amazonía fue inicialmente fomentado por el gobierno militar de Brasil en la década de 1970 – un modelo que, incluso hoy, sigue impulsando el avance de la frontera agrícola. Vemos cómo se repite en la selva amazónica una historia de colonización para actividades perjudiciales, que comienza con la extracción de los bosques más valiosos y continúa con la ganadería y la producción de soja.
“Tienes una superficie forestal, la divides en 30 partes y explotas una parte cada año, consiguiendo mantener este ciclo”, explica Marco Lentini, coordinador de proyectos de Imaflora, una ONG que promueve la silvicultura sostenible combinada con la conservación del medio ambiente. “Así se puede mantener este ciclo. Ese bosque será siempre un bosque, capaz de mantener su nivel de producción a largo plazo”.
La regulación de la actividad en este sentido fue una forma en que el gobierno brasileño consiguió, en las dos últimas décadas, mantener bajo control enormes extensiones de terreno público y, al mismo tiempo, generar ingresos para las comunidades locales. Bajo este régimen de concesión, los empresarios tienen que vigilar la zona, que también recibe la inspección periódica de los organismos medioambientales.
Rubens Zilio, director de la empresa maderera Patauá Florestal, es un ejemplo de esta colonización de la Amazonía, que avanza en gran parte entre los estados de Mato Grosso y Pará a lo largo de la carretera BR-163. Comenzó sus operaciones de tala en Sinop, una región en la transición de los biomas de la Amazonía y del Cerrado, pero emigró en los años 80 hacia el norte en busca de “nuevos horizontes”.
“Vine a buscar lo que no había allí, lo que se estaba acabando en la región, ya que se estaba convirtiendo en una zona agrícola. No había más madera”, explica Zilio. Hoy, Patauá Florestal tiene dos concesiones de 40 años que abarcan un área de 362.000 hectáreas en la Selva Nacional de Altamira, en Pará. “Vine aquí para encontrar una zona en la que poder trabajar el resto de mi vida”, dice.
A pesar de los importantes avances en la regulación del sector maderero, y de los ejemplos de concesiones forestales exitosas, Imaflora estima que sólo el 10% del suministro de madera en la Amazonía procede de fuentes regulares probadas. La extracción de madera ilegal sigue siendo un negocio lucrativo, que incluso atrae a grupos criminales a esta actividad.
En los últimos años se han llevado a cabo varias acciones por parte de la policía, los organismos medioambientales y la fiscalía, contra la tala ilegal en Cachoeira do Aruã. En el caso del cargamento incautado el año pasado, la Policía Federal encontró pruebas de un intento de “blanqueo” de la madera. Esto ocurre cuando la carga legal se mezcla con materiales obtenidos de forma irregular, un mecanismo similar al blanqueo de ganado, como se vio en el episodio anterior.
En la actualidad, sólo se exporta entre el 16% y el 25% de la madera amazónica, principalmente a Europa y Estados Unidos, según estimaciones de Imaflora. El resto permanece en el mercado nacional, que se preocupa más por el precio y la calidad que por el origen del producto. Sin embargo, esta mentalidad está empezando a cambiar entre las empresas que se abastecen de madera.
“Nos sorprendió descubrir que alrededor del 40% de las empresas que compran madera en el mercado nacional ya hacen algún tipo de mapeo de sus cadenas de suministro”, explica Lentini sobre una reciente encuesta realizada por la organización.
El tercer episodio de Amazônia Ocupada ya está disponible, sólo en portugués, en Spotify, Apple, Amazon y Deezer. El cuarto episodio y el artículo en español que lo acompaña se publicarán el lunes 26 de septiembre.