El Covid-19 está obligando al mundo a repensar nuestras economías, cadenas de suministros y también a la propia ciencia. La falta de consideración generalizada hacia la biología y la ecología en la planificación ha conducido en parte a las circunstancias desafiantes en las que nos encontramos hoy.
Debemos pensar en cómo emerger en un mundo nuevo y más sostenible después de la crisis que coloca en su centro a los recursos vivos. Pensando en la vida en la Tierra, no hay mejor lugar para comenzar que el océano. La vida nació aquí, produce el 70% del oxígeno de la Tierra y las tres cuartas partes de toda la biomasa animal.
Hay una larga historia de organismos oceánicos que contribuyen a la ciencia biomédica y la biotecnología. Los impulsos eléctricos en el sistema nervioso se entendieron estudiando los calamares; los hígados y el sistema inmune fueron iluminados por tiburones y los secretos de la fertilización y la vista fueron revelados a través de los cangrejos herradura. También se han desarrollado nuevas técnicas de laboratorio: el indicador casi universal de la expresión génica, la proteína verde fluorescente (GFP), se deriva de la medusa. Las enzimas de las esponjas marinas y los gusanos de ventilación de aguas profundas se han utilizado para iniciar y detener las reacciones, mientras que los reactivos de sangre del cangrejo herradura comúnmente se utilizan para detectar bacterias.
Se han aislado decenas de miles de compuestos bioquímicos únicos procedentes de criaturas marinas, muchos de los cuales han conducido al desarrollo de terapias que salvan vidas. Las especies como esponjas, anémonas y corales poseen un cuerpo blando y no cuentan con mucha movilidad, dejándolos expuestos a la depredación. En respuesta, han desarrollado fuertes toxinas y venenos con el fin de mantener alejados a los depredadores, lo que los convierte en medicamentos notablemente potentes. Hasta ahora, la Administración de Drogas y Alimentos (FDA) de los Estados Unidos ha aprobado medicamentos derivados del océano para el VIH/Sida, herpes, cáncer, dolor y enfermedades cardiovasculares, con muchos más en el horizonte.
Algunos de ellos ya se están explorando para su uso contra el Covid-19, como el M101 (Hemarina), derivado de la hemoglobina de gusano de playa, para aumentar la oxigenación en pacientes con dificultad respiratoria o remdesivir (Gilead) como un antiviral. Remdesivir es un análogo de los nucleósidos, una clase de fármacos que solo se desarrolló después de encontrarse en esponjas marinas.
Los bioproductos derivados del mar también exhiben un potencial considerable en otras áreas médicas y poseen un proceso de desarrollo más rápido y barato. El colágeno de medusa para la ingeniería de tejidos, la piel de bacalao para el tratamiento de heridas y el coral para las matrices óseas son solo algunos ejemplos.
Más allá de la medicina, las especies marinas tienen un potencial notable para generar una disrupción con otras industrias dependientes de la biotecnología. En respuesta a la crisis de contaminación plástica, algunos innovadores han recurrido a las algas marinas para crear productos plásticos biodegradables. Las algas se utilizan para la energía, los suplementos nutricionales y la alimentación del ganado. La acuicultura está aprovechando un espectro de innovaciones derivadas del mar para la alimentación y la salud de los peces. Un estudio reciente de muestreo oceánico ha descubierto un nuevo universo complejo en el microbioma marino, secuenciando miles de millones de pares de bases e insinuando un potencial prácticamente ilimitado para aplicaciones genómicas.
Durante varios años, los países han estado negociando un tratado a través de las Naciones Unidas para proteger la vida marina en alta mar, áreas por fuera de la jurisdicción nacional que constituyen dos tercios de los océanos del mundo. La ronda final de estas negociaciones debía realizarse en las Naciones Unidas en Nueva York en el mes de marzo, pero fue pospuesta después del brote y ante la rápida propagación del coronavirus. En el centro de las negociaciones, con una amplia divergencia de opiniones, se encuentran los derechos que rodean los recursos genéticos marinos, con el objetivo de garantizar que la biodiversidad que permite el avance científico permanezca protegida y, también, que todos obtengan un trato justo para acceder y compartir los beneficios.
Colectivamente, las contribuciones del “océano vivo” a los humanos tienen un valor incalculable. Al reconocer nuestra dependencia de ellos, podemos desarrollar mejores soluciones basadas en el océano para prevenir pandemias y brindar salud y bienestar alineados con la naturaleza.
Este artículo fue publicado primero en China Dialogue Ocean.