Estabilizar el cambio climático por debajo de los 2°C y tan cerca de 1,5°C como sea posible es el objetivo del Acuerdo de París de 2015, que requiere llegar a las emisiones netas cero para el 2050. Hacerlo, un proceso conocido como descarbonización, significa reducir en gran medida las emisiones provocadas por el hombre.
37%
el porcentaje de las emisiones de gases de efecto invernadero de Argentina de la agricultura, ganadería, silvicultura y otros usos de la tierra
¿Puede Argentina contarse entre los países que lo logren? Y, de ser así, ¿a través de qué caminos y con qué elementos clave en consideración ineludible? Un trabajo realizado de manera conjunta por la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN), la Fundación Vida Silvestre Argentina y el investigador Roque Pedace busca dar estas respuestas.
Ante la crisis actual por la pandemia, Argentina manifestó recientemente la decisión de postergar hasta 2021 la presentación de su estrategia de largo plazo para llegar a la carbono neutralidad. Sin embargo, más temprano que tarde, el gobierno deberá hacer el ejercicio de proyectar qué sendero, en materia de emisiones y desarrollo, quiere para el país.
Argentina: caminos a la carbono neutralidad
Con tres escenarios posibles de referencia y cuatro apartados temáticos, el documento titulado “Elementos para alcanzar la carbono neutralidad a 2050” plantea una discusión sobre qué debe ser considerado para el desarrollo de una urgente Estrategia de Descarbonización a Largo Plazo (LTS por su sigla en inglés) a nivel nacional.
Todos los escenarios planteados por UNICEN en el documento llevan a Argentina a la carbono neutralidad para 2050. En otras palabras, Argentina no solo puede lograr este objetivo fundamental, sino que además tiene varias opciones en cuanto a políticas y tecnologías, como la electrificación, el hidrógeno y los biocombustibles, para lograrlo.
Las variantes aparecen sobre todo vinculadas con el sector energético, hoy responsable del 53% de las emisiones a nivel nacional. De hecho, el apartado temático a cargo de Fundación Vida Silvestre destaca que las políticas que, en un mundo que consume cantidades de energía siempre crecientes, solo consideran la oferta, carecen de visión suficiente.
Una planificación a largo plazo resulta fundamental para dar dirección y objetivo al tipo de desarrollo que se desea en el país
Una política energética sustentable en el largo plazo debe equilibrar la oferta y la demanda. La integración del uso racional y eficiente de la energía a las políticas energéticas permitiría que los servicios relacionados se puedan brindar a un costo más bajo, con inversiones más pequeñas y menores impactos ambientales, al tiempo que haría viable la introducción masiva de energías renovables.
Por su parte, el investigador independiente Roque Pedace resalta en otro de los apartados del documento la importancia de considerar en una LTS la diversificación de tecnologías y un ordenamiento territorial a nivel nacional que permita mejoras simultáneas en la soberanía alimentaria y energética.
Persistir en el actual esquema basado en combustibles fósiles, que hoy representan más del 80% de la matriz energética, puede derivar en activos varados en Argentina. Es decir, que las inversiones que se hacen hoy podrían en el futuro no dar dinero suficiente por haber quedado obsoletas, lo que pone en riesgo su rentabilidad.
Con respecto al sector de agricultura, ganadería, silvicultura y otros usos de la tierra, el segundo con mayor responsabilidad de emisiones en Argentina (con 37%, según el último inventario), el apartado elaborado por FARN plantea la necesidad imperiosa de un cambio de paradigma frente al modelo industrial predominante en la Argentina.
La agroecología es la alternativa, por ser un sistema que permite mitigar, aumentar la resiliencia de los agroecosistemas y mejorar sus funciones de sustentabilidad gracias a un enfoque holístico que busca alcanzar beneficios biofísicos, socioculturales y económicos.
Asimismo, FARN subraya la necesidad de adoptar medidas de mitigación que garanticen la integridad de los ecosistemas naturales al tiempo que generen co-beneficios para la biodiversidad, las comunidades locales y la adaptación. En otras palabras, reducir emisiones tiene que considerar la protección de los ecosistemas. No podemos abordar la emergencia climática sin atender la crisis de la biodiversidad.
Por último, el apartado a cargo de María Julia Tramutola, también de FARN, pone de manifiesto que el cambio climático impacta en las mujeres de manera desigual respecto de otros grupos. En consecuencia, las acciones de reducción de emisiones a largo plazo no necesariamente garantizan un aumento de la empleabilidad en el caso de las mujeres.
Es por ello que toda estrategia de descarbonización a largo plazo en Argentina necesita ser pensada, diseñada y puesta en acción con perspectiva de género, para así garantizar un futuro no solo más descarbonizado sino también más justo.
Planificación climática
En síntesis, una planificación a largo plazo resulta fundamental para dar dirección y objetivo al tipo de desarrollo que se desea en el país; desarrollo que, a nuestro entender y por todo lo expuesto, tiene que estar en línea con el Acuerdo de París, y nunca perder de vista la integridad ambiental de los ecosistemas ni las problemáticas sociales.
Frente a la actual pandemia, la discusión es más indispensable que nunca y debe darse ahora, mientras comienzan a delinearse los planes de recuperación económica. Todos los senderos de los combustibles fósiles conducen a la misma trampa: nos estancan en economías intensivas en carbono.
Tenemos la certeza de que la Argentina cuenta con todos los elementos para salir de ese paradigma. ¿Elegiremos la ruta correcta? Esa es la pregunta.