Una de las grandes semejanzas entre América Latina y China tiene que ver justamente con el desafío de integrar a los miles de migrantes que salen del campo rumbo a las ciudades. Todavía hay tiempo para que China aprenda de los errores cometidos en el pasado por América Latina.
“Si quiere incentivar el crecimiento sostenible de sus ciudades, China deberá reformar su sistema migratorio”, afirma Joseph Parilla, especialista en política metropolitana del Instituto Brookings (EE.UU.). En su opinión, el país corre el riesgo de no satisfacer la demanda de la población de servicios públicos ante el rápido ritmo de crecimiento de las ciudades chinas.
Según Parilla, los migrantes chinos que no logran obtener el pase oficial (hukou) para vivir en las ciudades tienen muchas dificultades para usar el sistema de salud y demás beneficios sociales.
En América Latina, la concentración del éxodo rural se dio entre los años 50 del siglo XX y el 2010. A mediados del siglo pasado, la región tenía una tasa de urbanización del 40% y en la primera década del siglo XXI alcanzó una tasa de urbanización del orden del 80%. Ese dato transforma a América Latina en la región más urbanizada del mundo. Esa transición tuvo lugar durante décadas, lo que no ha ocurrido en el ejemplo chino: en 1950, China tenía un índice de urbanización de apenas un 10%.
La tendencia de la urbanización, tanto en las ciudades chinas como en las latinoamericanas, presenta vertientes similares. “Cuando la gente se muda de las áreas rurales hacia las ciudades, generalmente lo hace por razones económicas y en busca de oportunidades”, afirma.
“Las ciudades desempeñan el papel de atractivo, como un punto central de oferta de trabajo en el cual se pueden combinar factores que originan el crecimiento económico, tales como capital humano, capacitación y un ecosistema empresarial”, analiza Parilla.
Para el sociólogo y demógrafo George Martine, senior fellow en el Centro de Población y Desarrollo de la Universidad de Harvard, el llamado fenómeno de “favelización” –conjunto de viviendas populares precariamente construidas en lugares ocupados ilegalmente- caracteriza a la región latinoamericana, donde la transición urbana fue precoz en relación a otros países en desarrollo.
“El resultado son ciudades sin planificación, mal organizadas y sin perspectiva de cambio a futuro. Por ejemplo, el mercado habitacional de las ciudades brasileñas, impide a la mayoría de las personas del contingente poblacional entrar en el mercado formal debido a su exorbitante costo. Las familias más pobres, sin recursos, no tienen acceso al mercado formal inmobiliario, entonces ocupan áreas desvalorizadas e informales”, dice Martine, que se desempeñó como coordinador técnico del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) para región entre 1998 y 2004.
Es por esa razón, según su análisis, que en Brasil se ha dado semejante urbanístico, constituyendo un problema que persiste hasta el día de hoy: la desorganización del uso del espacio, que además afecta la infraestructura y el transporte. Se trata de algo que China está a tiempo de evitar, según la consideración del demógrafo, ex investigador de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
En la actualidad, Brasil ha logrado estabilizar la ecuación entre migrantes que se desplazan de áreas rurales hacia la ciudad. En dicho país emergente, el éxodo rural dejó de ser la causa principal de crecimiento de las ciudades. Hoy en día, este fenómeno es originado por el crecimiento vegetativo de las propias ciudades, es decir, por la reproducción de familias urbanas, según afirma el sociólogo. A su vez, Parilla destaca la falta de saneamiento y la falta de infraestructura que padecen las aglomeraciones urbanas que carecen de planeamiento urbano público, lo que constituye un problema significativo en la región.
Sólo en los últimos 35 años, 560 millones de habitantes originarios del campo se han desplazado hacia las ciudades, un volumen de personas equivalente a toda la población de América Latina, indicó el reciente informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Las ciudades chinas se caracterizan por sus grandes inversiones, en especial en obras de transporte y anillos de transporte terrestre. Pekín ya vive una “pesadilla en el congestionamiento” y esta situación sería todavía peor si tales inversiones de gran escala de transporte colectivo no existieran, dice Parilla.
El “sueño chino” –que anunció Xi Jinping en 2013, en su asunción– se desarrollaría en las ciudades, tal como ocurrió en América Latina durante el siglo XX. Sin embargo, en el caso chino, el ritmo está excediendo la velocidad de la urbanización que se dio en la región latinoamericana.
“El futuro de cualquier economía mundial está en las ciudades. Es en ellas donde se concentra la mayor cantidad de servicios, oportunidades, recursos, cerebros e innovaciones. Y eso en China no es diferente”, recuerda Parilla.
Las proyecciones del Banco Mundial indican que para el 2030, una población de aproximadamente 1000 millones de personas habitará las ciudades chinas, es decir, el índice de urbanización de China será del 70%. Mientras tanto, el país da pasos anchos y apresados.
China demoró tres décadas para dar el salto de un índice de urbanización de un 20% hacia los niveles actuales, que se ubican en un 54%. En apenas 20 años, 350 millones de personas más estarán circulando y habitando las ciudades chinas, más que el total de la población de los Estados Unidos, que será de 318 millones en 2014, de acuerdo con el censo oficial.
Cuando el país asiático cierre el primer cuarto de siglo XXI, es decir, en el 2025, más de 220 ciudades chinas tendrán una población de más de un millón de habitantes y aproximadamente 20 ciudades de más de cinco millones.
Crecimiento sostenible
En la opinión del investigador de Brookings, más allá del sistema migratorio, otro desafío evidente para la China del siglo XXI es la contaminación. “En toda la historia mundial, nunca existió una concentración de tanta gente, como está sucediendo en la actualidad en China. Inicialmente no hubo preocupación en el país con respecto a la sostenibilidad ambiental de su trayectoria de crecimiento, en las décadas del 80 y 90. Sólo se reconocía que el crecimiento económico implicaría generar consecuencias ambientales”, destacó.
Ahora este pensamiento parece haber cambiado. Ya se percibe que las consecuencias y daños ambientales comenzaron a inhibir el crecimiento de la economía, pondera. “Si uno no logra respirar en Pekín, eso hace que uno no pueda ir a trabajar, dificultando su contribución para la economía. Si las ciudades chinas quieren ser atractivas para los negocios, deberán tomar en cuenta el aspecto ambiental”, resaltó.
Al ser consultado sobre si es posible vislumbrar un crecimiento sustentable para las ciudades chinas, George Martine fue categórico: el problema es el modelo de civilización. “Participamos y estamos convencidos de que el consumo hace la felicidad. Éste es el sistema que gobierna el mundo, en especial desde la década del 90 del siglo pasado, con la diseminación del neoliberalismo. Se trata de un engranaje en el cual el consumo mueve la economía”. Según su veredicto, sí, puede haber grandes y populosas ciudades sustentables sin ignorar los aspectos socio-ambientales.