El sargazo inunda Barbados en verano, cubriendo playas, muelles y arrecifes de coral.
Este alga emerge del mar de un color naranja claro y se vuelve marrón una vez seca. Pero lo más característico es su olor. Una fragancia similar a la de huevos podridos flota en el aire. Las algas en descomposición producen gases tóxicos, entre ellos amoníaco y sulfuro de hidrógeno, que suponen una amenaza para la salud humana.
Los navegantes portugueses dieron su nombre al Mar de los Sargazos en el siglo XV. Ahora ha surgido un nuevo “Mar de los Sargazos” entre África Occidental y el noreste de Brasil. Bautizada como el “Gran Cinturón de Sargazo del Atlántico“, en 2011 la zona en expansión alcanzó Barbados, en el Caribe oriental, y desde entonces ha inundado la región entre mayo y septiembre.
Los científicos han sugerido que la causa principal de la expansión del sargazo es la descarga de nutrientes y contaminantes de los caudalosos ríos de la región amazónica y el calentamiento de los mares provocado por el cambio climático. Investigadores de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de EE.UU. (NOAA, por sus siglas en inglés) plantean la hipótesis de que puede deberse a un cambio extremadamente fuerte y duradero en la Oscilación del Atlántico Norte en 2010. Esto puede haber modificado y reforzado los vientos dominantes, que ahora desplazan el sargazo del mar homónimo hacia el Caribe.
La NAO, por sus siglas en inglés, se refiere a dos patrones recurrentes de presión atmosférica sobre el océano Atlántico norte. Uno es una zona de bajas presiones cerca de Islandia, el otro de altas presiones cerca de las islas Azores.
Cuando hay una gran diferencia de presión entre estas dos zonas ―lo que se conoce como “fase positiva”―, la oscilación aporta calor al Caribe, al este de Estados Unidos y al norte de Europa, y temperaturas más bajas al sur de Europa. Durante una “fase negativa” de la NAO, cuando la diferencia de presión es menor, las temperaturas y las correspondientes condiciones meteorológicas de estas regiones dan un vuelco.
La proliferación del sargazo sigue siendo un problema para la pesca y el turismo de Barbados, así como para los funcionarios encargados de remediar las montañas de algas podridas.
Un gran problema para un pequeño país insular
Barbados es la primera tierra que encuentran las corrientes que arrastran el sargazo desde el océano Atlántico hasta el Caribe. La forma triangular de la isla expone casi la mitad de sus costas ―famosos ejemplos de lugares turísticos paradisíacos, con arenas blancas y aguas turquesas― a la inundación de sargazo.
Barbados es uno de los países más densamente poblados del mundo, y la mayor parte de su población reside en zonas costeras. Al igual que muchos pequeños estados insulares tropicales en desarrollo, su economía depende en gran medida del turismo costero. Alrededor del 30% de su PIB pre-Covid dependía de él, y el 28% de la población activa estaba empleada en el sector en 2022.
Los hoteles envían personal a limpiar las playas por la mañana, pero las algas pueden volver a amontonarse al día siguiente. Se necesitan tractores para retirar el sargazo de los lugares turísticos. Mantener limpio de sargazos un kilómetro de playa puede costar más de 100.000 dólares al año, y una estimación llega incluso al millón de dólares.
Para los pescadores hay un beneficio. Sus objetivos se sienten atraídos por las manchas de sargazo y se congregan bajo ellas. Sin embargo, los grandes depósitos costeros complican la botadura y la navegación.
Dialogue Earth consultó a Karima Degia, gestora de programas de prevención, recuperación y resiliencia en Barbados y el Caribe Oriental para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Degia, que anteriormente trabajó para el gobierno en ingeniería costera y resiliencia, afirma que el sargazo es otra adición no deseada a una lista de problemas nacionales. Barbados está amenazada por el cambio climático en múltiples frentes: tormentas más intensas, acidificación de los océanos, aumento del nivel del mar e intrusión de sal en las reservas de agua dulce.
“Los huracanes y el sargazo se han convertido en peligros concurrentes”, afirma Degia.
Una catástrofe coralina
El Caribe lleva varios años enfrentándose a esta llamada “marea marrón”, pero se han realizado pocas investigaciones. Micaela Small, bióloga marina barbadense que trabaja en la Universidad de Southampton en Reino Unido, examina los efectos de estas olas asfixiantes de sargazo sobre los arrecifes coralinos del sudeste de Barbados.
“Cuando hay grandes afluencias de sargazo en los arrecifes cercanos a la costa, se descompone y provoca una marea marrón que reduce el oxígeno y aumenta los nutrientes”, dice Small. “El agua se vuelve marrón, y la salud de los corales se ve afectada, ya que necesitan agua prístina para prosperar”.
Esto puede blanquear las especies de coral autóctonas de Barbados, como Porites astreoides y Pseudodiploria strigose, ya que los corales expulsan sus algas simbióticas y pierden así su color y se vuelven vulnerables a la muerte. Esto ha ocurrido en la turística playa Brownes.
Las mareas de sargazo también impiden que la luz del sol llegue a los corales y las praderas marinas y asfixian las raíces de los manglares. El coral lucha mientras las algas prosperan, amenazando un ecosistema crucial tanto para la pesca como para el turismo.
“Seguimos intentando encontrar la mejor manera de gestionar el sargazo. Mientras tanto, debemos seguir vigilando las afluencias con previsiones por satélite”, dice Small.
En busca de soluciones circulares
Algunos intentan aprovechar la marea de sarzago para ayudar a la economía.
El chef Michael Hinds es dueño de un restaurante en la costa oeste de Barbados, que acaba de recibir permiso para restaurar un mercado de pescado abandonado en la bahía de Skeetes, al este de la isla. El primer objetivo de Hinds es renovar el mercado e instalar una piscifactoría en el interior para producir pargo rojo del Caribe, elemento clave de la cocina de la isla.
Esta remota playa se inunda regularmente de sargazo. La principal preocupación actual de Hinds es que las antiestéticas y malolientes floraciones de sargazo afecten a los futuros visitantes de la bahía de Skeetes.
El enfoque “de la granja a la mesa” pretende integrar el turismo, la hotelería y la reutilización de algas mediante iniciativas de descarbonización y una asociación con Seafields. Esta empresa británica quiere utilizar el sargazo como materia prima para bioplásticos, combustibles y fertilizantes, y planea recoger sargazo en alta mar, liberando la bahía de algas y haciéndola apta para el desarrollo de piscifactorías.
“Al pensar en la expansión hacia el mar en los próximos años, el sargazo también sería motivo de preocupación si no se controla”, afirma Mikaela Hinds, que trabaja junto a su padre en este proyecto como asesora de sostenibilidad.
Otro proyecto, Rum & Sargassum, mezcla sargazo y aguas residuales de las destilerías de ron de Barbados para producir gas metano. Su fundadora Legena Henry afirma que algunos días se necesitarían más de mil volquetes para limpiar las playas de la isla.
Panorama general
Barbados necesita algo más que proyectos locales para hacer frente a problemas como la proliferación del sargazo, afirman los expertos. Se necesitan grandes inversiones para que el país desarrolle resiliencia ante los cambios medioambientales.
La Iniciativa de Bridgetown, lanzada en 2022 por la primera ministra de Barbados Mia Mottley es un intento de financiar los esfuerzos de mitigación del cambio climático en los países de renta baja.
Pep Bardouille es director de la Unidad de la Iniciativa de Bridgetown para Barbados, y asesor de Mottley en materia de resiliencia climática.
“Aunque el sargazo es un recurso que potencialmente podría utilizarse para biocombustibles o fertilizantes y como insumo de productos innovadores, su llegada es tan impredecible que no se puede contar con él como un activo. Es un gran reto para la industria turística”.
El documento Iniciativa Bridgetown 3.0, publicado a finales de mayo, sugiere que las reglas del juego deben cambiar. Dice que el Banco Mundial y los proveedores de financiación deben pensar más allá de la renta nacional bruta per cápita como criterio para determinar la elegibilidad para la financiación en condiciones favorables, y deben considerar la vulnerabilidad climática, el capital natural y la conservación de la biodiversidad.
Mientras tanto, el sargazo sigue llegando, poniendo en peligro la biodiversidad y los medios de subsistencia costeros. Barbados y otros países caribeños no tienen más remedio que dedicar esfuerzos y recursos a un problema que no han creado.
Este artículo ha recibido una subvención del Pulitzer Center.