En los últimos años, Chile ha mostrado un compromiso con la protección de su mar, estableciendo áreas marinas protegidas que abarcan el 43% de su superficie oceánica. Además, el país ha liderado acuerdos internacionales de protección del océano, siendo uno de los primeros en ratificar el Tratado de Alta Mar.
Para Maximiliano Bello, este liderazgo forma parte de un cambio significativo en la sociedad chilena hacia una apreciación mucho mayor del océano. Bello, que lleva más de 20 años trabajando en temas oceánicos, es actualmente asesor ejecutivo de Mission Blue, una ONG que trabaja para proteger la vida marina.
En entrevista con Dialogue Earth, analiza los cambios de percepción sobre los océanos en Chile y los desafíos pendientes. Además, repasa los recientes acuerdos sobre los océanos y el papel que ha tenido América Latina como parte de esos procesos.
Dialogue Earth: ¿Qué has visto cambiar a lo largo de tu carrera en la forma en que se tratan en Chile las cuestiones oceánicas y ambientales, y la importancia que se les da?
Maximiliano Bello: Ha ocurrido un cambio bastante radical desde que empecé a trabajar en estos temas. 20 años atrás, la gente en Chile no tenía idea que nosotros tenemos tiburones o ballenas. Había un gran desconocimiento, en parte por la separación entre la tierra y el mar en nuestra conciencia. Eso ha cambiado, especialmente con los jóvenes. Están al día de las maravillas del océano.
En la parte más política, también ha habido un cambio bien fuerte, no solo en Chile. Hasta la COP25 [en 2019] el océano no formaba parte de las discusiones de cambio climático. Vemos ahora un constante interés sobre la política oceánica global, por ejemplo, con la expansión de las áreas marinas protegidas o los recientes acuerdos internacionales sobre océanos.
En febrero se hizo una encuesta en Chile que preguntaba los motivos que nos daban orgullo de ser chilenos y las áreas marinas protegidas fueron uno de los principales. Es algo que no me hubiera imaginado, pero me llena de orgullo. Si un político lee algo así se da cuenta que debe tener propuestas del tema.
¿Qué elementos influyeron en este cambio en las políticas chilenas?
Hubo un despertar en la década de 1980 de dejar de sacrificar el ambiente por sobre el progreso y resguardar el patrimonio. Se da con discusiones de proyectos de inversión de la industria forestal y con los impactos de ciertas industrias, como el carbón, en comunidades en el país.
Hoy el tema ambiental está primero en la discusión política, social y económica. Es una política de Estado que se ha consolidado. Somos líderes en discusiones sobre la moratoria a la minería en aguas profundas y la protección del Alta Mar y de la Antártida, por ejemplo. No significa que seamos perfectos, Chile tiene mucho que debe en la salmonicultura. Es nuestro punto débil.
¿Qué es lo principal que el Norte Global entiende mal o no entiende sobre Chile y su océano?
Los países del Sur Global somos los que tenemos los recursos, pero no hemos podido entender o reconocer el poder que eso significa. Mientras que de parte de los países desarrollados la visión de negociación ha estado siempre ajustada a los intereses de ellos. He hablado con diplomáticos de Estados Unidos sobre áreas marinas protegidas, algo en lo que somos líderes en América Latina, y creo que es un área con potencial para colaboración. Estados Unidos tiene herramientas para ayudar a proteger esas áreas y nosotros podemos mostrar lo que hemos logrado.
Un ejemplo exitoso ha sido la firma en 2022 del acuerdo “Américas por la Protección del Océano” para crear un corredor marino desde Patagonia hasta Alaska. Es una idea que viene desde el sur y llega al norte. Estados Unidos y Canadá deberían abrir una puerta, más allá de intereses propios, para ver qué es lo que quiere América Latina. Pero para eso también necesitamos una región más unida y no tan dividida como ahora. Tenemos intereses similares y mismas amenazas.
Mucha de la diversidad del planeta está en países en vías de desarrollo. Tenemos una riqueza gigantesca frente a la crisis ambiental que estamos viviendo
La política oceánica está totalmente ligada a la política global. Lo vemos, por ejemplo, en las discusiones sobre la Antártida y el Alta Mar. Las tensiones políticas y económicas se reflejan cada vez más en el océano. Vamos camino a ser 10 mil millones de personas en el planeta, pero los recursos que tenemos son los mismos. La presión sobre esos recursos va a ser cada vez mayor y al océano se lo ve como la última frontera. Son discusiones en aumento y lo vemos ahora con la minería submarina. Tenemos que proteger al océano antes de que sea tarde.
¿En qué se diferencian las políticas e intereses de los países de América Latina sobre la Antártida con los de otros países?
La Antártida es un lugar de experimentación científico y político. Durante la Guerra Fría los países se pusieron de acuerdo para protegerlo con el Tratado Antártico, lo que nos da esperanza de que aun en los momentos más oscuros es posible llegar a acuerdos. Hoy también estamos ante un momento oscuro, con mucha presión por la pesca, especialmente de los países que la subsidian, como China y Rusia. Es un recurso escaso en un ambiente vulnerable.
Argentina y Chile hicieron una presentación conjunta para crear un área protegida en la Antártida, pero, al igual que otras propuestas, no ha avanzado en prácticamente 10 años. Venimos discutiendo cómo crear una coalición más grande entre los países de la región, incluyendo también a Colombia, Ecuador y Brasil. También tendríamos que traer a China a esta discusión. Suele quedar relegado, pero hay que invitarlo a ser parte de estos procesos. Sino cada vez que se plantea un tema de conservación vamos a tener el mismo tipo de bloqueo.
¿Qué expectativas tienes para el rol del océano en la COP16 de biodiversidad en Colombia y en la COP29 de cambio climático en Azerbaiyán, ambas este año?
La COP16 ofrece la posibilidad de hacer un análisis de cómo estamos hoy. Nos quedan cinco años para cumplir los objetivos del acuerdo de biodiversidad y la situación es preocupante. Estamos muy lejos del 30% de protección del océano [que muchos países se han comprometido a alcanzar para 2030]. Va a ser clave para retomar las promesas. Me parece maravilloso que sea en Colombia, que ya cumplió con el 30% y va por más.
Sobre la COP29, la preocupación es que se mantenga la presión de los grupos petroleros, siendo un país con mucho interés en los fósiles. Más allá de eso, es importante que la gente no pierda la esperanza en estas reuniones globales. Son la forma que tenemos de llegar a acuerdos, nos guste o no.
¿Tienes esperanzas para el futuro?
Tengo mucha esperanza. Estoy trabajando en Timor Oriental, uno de los países más pobres y nuevos y con una historia triste de ocupación y tortura. Es importante que un país con muchas otras preocupaciones esté interesado en la protección del océano. Me invitaron a ser parte del equipo del primer ministro para definir dónde hacer áreas marinas protegidas. Es el país con mayor diversidad coralina del planeta.
Mucha de la diversidad del planeta está en países en vías de desarrollo. Tenemos una riqueza gigantesca que es la respuesta a la crisis ambiental que estamos viviendo. Si logramos proteger y cambiar esa historia de uso extractivo y violencia hacia la naturaleza tendremos una oportunidad para salir de la crisis ambiental.