El gobierno de El Salvador implementó una de las cuarentenas más estrictas en América Latina para contener el coronavirus, con escasos permisos para salir de la casa y una estricta vigilancia policial. Sin embargo, el sector de la caña de azúcar superó los obstáculos planteados por la pandemia por sobre otros sectores agrícolas.
“Con todos los protocolos y medidas de protección, ha sido más complejo porque las cadenas de suministro están cortadas y el transporte es más difícil”, dijo Julio Arroyo, director ejecutivo de la Asociación de Caña de Azúcar de El Salvador.
“Ahora que comienza la temporada de lluvias, comenzaremos la siembra. Así es como estamos viviendo con el virus ”, agregó.
A principios de mayo, los trabajadores salvadoreños cosecharon la caña, tomando medidas de precaución que incluyeron distanciamiento social, controles de temperatura y el uso de máscaras faciales. Los autobuses que transportan a los A este año iban medio llenos, dijo Arroyo.
Según Mario Salaverría, presidente de la Asociación del Azúcar, las exportaciones a los principales mercados asiáticos continúan-un barco que transportaba 35,000 toneladas métricas partió hacia Taiwán hace más de un mes y otro con 45,000 toneladas destinadas a China partió poco después.
18%
De las exportaciones de azúcar van a China
El azúcar es el producto agrícola más grande y rentable de El Salvador, recauda más de US $200 millones anuales y emplea a 200,000 personas. El país envía el 18% de las exportaciones de azúcar a China y el 15% a los Estados Unidos y lo posiciona en el mercado internacional.
Los acuerdos de libre comercio con Corea del Sur, Taiwán, Estados Unidos y Europa facilitan el comercio. El año pasado, China se convirtió en el mayor comprador, desplazando a Taiwán en lo que algunos observadores vieron como un movimiento estratégico para fortalecer los lazos políticos con la nación centroamericana.
Caña de azúcar en El Salvador: Éxito agridulce
Pero el éxito del azúcar ha implicado que el resto de la agricultura en Salvador quede en desventaja. Durante décadas, la expansión del sector azucarero ha impulsado la desigualdad en las zonas rurales y el monopolio de la caña ha acaparado tierras y otros recursos, según Meraris López, investigadora en medio ambiente de la Universidad Centroamericana José Simón Cañas.
“La industria azucarera además está mucho más organizada y unida que otras”, dijo Karen Molina, investigadora económica de El Diario De Hoy. “Esto les ha permitido impulsar su sector contra los obstáculos de una manera mucho más fuerte”.
Según José Edilberto Guevara del Cid, quien ha cultivado café en el oeste de El Salvador durante 28 años, el bloqueo ha frenado la actividad en el sector-una vez tan competitiva como el azúcar, en alrededor de 40 a 50%.
Aunque el gobierno emitió pases que permiten a los trabajadores del café viajar libremente, muchos pequeños productores nunca fueron informados o no tuvieron el acceso a internet necesario para obtenerlos.
“Eso nos ha restringido mucho”, dijo Edilberto.
La demanda de café también ha disminuido. A finales de marzo, las exportaciones mundiales en todo el mundo cayeron un 3,7% en comparación con el mismo período del año pasado. Los precios se han vuelto extremadamente volátiles y un informe reciente del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias advierte que esto podría conducir a los pequeños productores a la pobreza.
Los agricultores de El Salvador cultivan principalmente café de especialidad, granos gourmet que se venden por una prima en los asadores y cafés de alta gama en los Estados Unidos. Pero debido a la pandemia, muchas empresas se han visto obligadas a cerrar o limitar sus servicios.
Jose Setté, de la Organización Internacional del Café (ICO), dijo que la demanda también se ha visto reducida por el inicio de la recesión mundial. “Si las personas están desempleadas o se han reducido los salarios, la tendencia es reducir el gasto discrecional”, dijo.
Los trabajadores de los sectores agrícolas más pequeños también están sufriendo los impactos de la pandemia de manera desproporcionada. William Rivera, un agricultor de Chalatenango, un departamento en el noroeste de El Salvador, le dijo al medio nacional El Economista que perdió toda su cosecha de repollo porque no había compradores.
El repollo se usa como guarnición de las pupusas, el popular plato salvadoreño, pero muchos restaurantes ahora están cerrados. Más de 10,000 trabajadores agrícolas de las áreas circundantes también informaron haber perdido campos enteros de lechuga, cebolla, chile verde y apio.
Una consecuencia del debilitamiento de los sectores agrícolas ya frágiles podría ser la inseguridad alimentaria. Según el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, las 250,000 personas que tienen dificultades para conseguir alimentos podrían aumentar dramáticamente con los impactos de la pandemia.
La agricultura familiar y comunitaria podría ser una de las soluciones a la seguridad alimentaria. Maria Lucía Casco de la comunidad de Copinol en el departamento de Cuscatlán, ha aprendido a cosechar su propio alimento y enseña a otras mujeres en su comunidad a hacerlo.
“Yo tengo maíz, frijol, una vaca, mis gallinas”, dijo Casco. “Los agricultores nos aseguramos de que nos quede comida, en el campo siempre tenemos esa ventaja”.
El futuro del azúcar
A pesar de su éxito actual, la caña de azúcar también podría sufrir eventualmente. En abril, los precios mundiales del azúcar cayeron un 14,6% en comparación con marzo, la segunda disminución mensual consecutiva. La demanda mundial de combustible se ha desplomado debido a las restricciones de viaje de Covid-19 y los ingenios azucareros de todo el mundo han dedicado más caña a producir azúcar en lugar de etanol, lo que ha provocado un exceso de oferta.
Julio Ángel Castro Luna, director ejecutivo de CONSAA, dijo que el panorama es desafiante.
“Los bajos precios mundiales del azúcar podrían afectar los ingresos del sector, lo que se traduciría en una disminución tanto para los productores de caña como para los ingenios”.