María nació con una grave afección que limitó su desarrollo en los años siguientes. Aunque los médicos trabajaron rápidamente para drenar el exceso de líquido que se había acumulado alrededor de su cerebro, un trastorno conocido como hidrocefalia, no pudieron superar los graves daños que ya había sufrido la recién nacida. Más tarde, María se sometería a otras operaciones para intentar contrarrestar los daños musculares en sus pies, pero nunca llegaría a caminar, ni a hablar, y a medida que crecía fue perdiendo los pocos movimientos que antes había conseguido. Su mirada era distante, recuerda su familia.
Poco después de nacer María, los médicos informaron a sus padres de la posible causa de su estado: la contaminación por pesticidas. Son agricultores de frutas y verduras en Vacaria, una ciudad rural de 64.000 habitantes en Rio Grande do Sul, el estado más meridional de Brasil, y utilizan estos productos a diario.
“Se sienten culpables, ha sido un dolor enorme”, dice una de las tías de María, que pide no ser identificada en interés de sus padres, que autorizaron la entrevista pero siguen sufriendo dos décadas después del diagnóstico. “Son víctimas, no se advierte de los riesgos”.
Con el paso de los años, María ―cuyo nombre se ha cambiado para este reportaje― fue entrando gradualmente en un estado vegetativo y murió en 2020, a los 21 años.
No se trata de un caso aislado. Una nueva investigación de Dialogue Earth, en colaboración con Tatiane Moraes, investigadora en salud ambiental de la Universidad de São Paulo, ha explorado los impactos de los pesticidas en la salud infantil. El análisis realizado por Moraes para este informe revela una fuerte asociación entre la aparición de anomalías congénitas, como la de María, y la proximidad a zonas agrícolas en Brasil. También se observó una asociación similar entre dicha proximidad y las muertes fetales, después de la semana 28 de embarazo.
Utilizando la plataforma MapBiomas, Moraes identificó los estados brasileños en los que más de la mitad de los municipios tienen al menos el 5% de su superficie ocupada por la agricultura. A continuación, utilizando datos de 2013 a 2021 del sistema nacional de salud Datasus, comprobó si la tasa de anomalías congénitas y muertes fetales ―condiciones ya asociadas a la exposición a plaguicidas― había aumentado en estas ciudades.
El análisis detectó un mayor riesgo de estas afecciones en Rio Grande do Sul y Santa Catarina, en la región Sur del país, así como en Goiás, Mato Grosso y Mato Grosso do Sul, en la región Centro-Oeste. Estos estados son grandes productores de soja, maíz y caña de azúcar, según el estudio de Moraes.
Los mismos estados figuran entre los en los que más pesticidas se venden desde 2013, según datos del Ibama, el organismo de inspección medioambiental de Brasil. Mato Grosso ―primer productor agrícola del país― encabeza esta clasificación, mientras que Goiás, Mato Grosso do Sul, Santa Catarina y Rio Grande do Sul figuran entre los diez primeros.
“Los resultados refuerzan la necesidad de reevaluar el uso masivo de pesticidas en la agricultura brasileña”, afirmó Moraes, que también fue becaria del Departamento de Salud Global y Población de la Universidad de Harvard en Estados Unidos.
En Mato Grosso, en ciudades como Sinop y Sorriso, donde la agroindustria domina la economía, el riesgo de anomalías congénitas es un 20% mayor que en ciudades sin plantaciones, y el de muertes fetales, un 30%.
En Rio Grande do Sul, en los municipios donde más de la mitad de la superficie está dedicada a la agricultura, el riesgo de muerte antes del nacimiento era un 73% mayor que en las zonas sin plantaciones. En las ciudades con hasta un tercio de su superficie dedicada a la agricultura ―como Vacaria, donde nació Maria― se comprobó que el riesgo de desarrollar anomalías congénitas era un 2% mayor entre 2013 y 2021.
Moraes señala que esta gran variación en el riesgo podría deberse a otros factores, como el acceso a la atención sanitaria en determinados municipios, y afirma que sería necesario seguir investigando para comprender estas cuestiones en profundidad. “Lo importante era demostrar que existía una asociación positiva y medir el riesgo de vivir en un municipio agrícola teniendo en cuenta a los niños”, añade.
El glifosato, peligroso y extendido
El glifosato, el pesticida más utilizado en el país, y otros productos químicos como el 2,4-D, la atrazina, el mancozeb, el clorotalonil y el acefato, interfieren en la regulación hormonal y pueden provocar anomalías, según el Atlas de Agrotóxicos. A excepción del glifosato y el 2,4-D, el uso de estas sustancias químicas está prohibido en la Unión Europea.
La investigación en Brasil y en el extranjero ha hecho hallazgos similares al trabajo de Moraes. En un estudio de 2019, la Fundación Oswaldo Cruz, con sede en Río de Janeiro, reveló que las microrregiones (es decir, regiones dentro de los estados) con mayores niveles de producción de cereales y exposición a plaguicidas presentaban tasas más elevadas de anomalías congénitas.
En un estudio similar de 2023, investigadores estadounidenses hallaron tasas de leucemia linfoblástica aguda superiores a la media en niños que viven en zonas donde se está expandiendo la producción de soja en los biomas de la Amazonía y el Cerrado de Brasil. Estimaron que entre 2008 y 2019 podría haber habido 123 muertes adicionales por encima de la media en niños menores de 10 años por esta enfermedad, vinculada a la exposición a la producción de soja.
Para una de las autoras, Kaitlyn Margaret Sims, profesora de microeconomía y política pública de la Universidad de Denver, el resultado fue sorprendente. “Habíamos oído rumores de que cuando llega la soja, el cáncer le sigue de cerca. Pero no pensábamos encontrar resultados tan significativos”, declaró a Dialogue Earth.
Otro estudio, publicado en la Revista de Estudios Económicos en 2023, mostró que incluso los niños que viven lejos de las plantaciones podrían verse afectados, ya que los residuos de glifosato son arrastrados por los ríos. Los resultados mostraron un mayor número de bebés nacidos prematuramente y con bajo peso, así como un aumento del 5% de la mortalidad infantil entre 2000 y 2010 en las regiones Centro-Oeste y Sur de Brasil.
“Incluso a distancias de hasta cien kilómetros de la zona de uso, seguimos encontrando algún efecto negativo”, explicó Mateus Dias, uno de los autores del estudio y profesor adjunto de economía de la salud en la Escuela de Negocios y Economía Católica de Lisboa.
Los datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) muestran que Brasil es el líder mundial en el uso de pesticidas. En 2022, el país aplicó más de 800.000 toneladas de pesticidas a una amplia variedad de cultivos, superando el total utilizado por China y Estados Unidos juntos.
“Estos datos hay que leerlos en su contexto: Brasil es un país tropical muy propenso a las plagas”, explica Décio Karam, investigador de Embrapa, la agencia federal de investigación agrícola. “Además, plantamos cuatro o cinco cosechas al año, a diferencia de países con inviernos rigurosos que solo plantan una. Aun así, hay mucho margen para reducir el uso de pesticidas con una gestión adecuada”.
El crecimiento del uso de pesticidas en Brasil coincide con la introducción de la soja modificada genéticamente y la adopción del glifosato a finales de los años noventa. Entre 2000 y 2022, según datos de la FAO, su consumo por hectárea plantada se ha quintuplicado en el país.
En Vacaria, la superficie plantada con soja creció 13 veces entre 1985 y 2022, y hoy ocupa 70.000 hectáreas, un tercio del municipio. Las manzanas, por su parte, que también requieren la aplicación intensa de pesticidas, ocupan casi 7.000 hectáreas.
En esta localidad, los campos pulverizados con pesticidas se encuentran muy cerca de las zonas pobladas. Cuando Dialogue Earth la visitó a mediados de junio, vimos nabina ―un cultivo de cobertura que fertiliza y descomprime el suelo, preparándolo para la siembra de soja― entrando en las instalaciones y el patio de la escuela rural Attilio Benedetti.
La directora Leila Tais Fernandes explicó que el terreno había sido donado por un agricultor cuya granja linda con la escuela, y que la mayoría de los 75 alumnos son hijos de su personal.
La búsqueda de respuestas de una madre
Juliana Pedroso sospecha que los pesticidas están detrás del diagnóstico de su hijo de 7 años, João Otávio, que padece un síndrome neurodegenerativo extremadamente raro cuyos efectos incluyen paraplejia, discapacidad intelectual y obesidad. “Fue una mutación genética durante el embarazo, pero los médicos nunca dicen qué la causó. Me he preguntado si podrían ser los pesticidas que afectaron a su padre agricultor”, especula la técnica de enfermería, que vive en la zona urbana de Vacaria, también rodeada de plantaciones.
João Otávio nació prematuro y pronto mostró síntomas preocupantes. “Tenía las manitas hacia dentro y no podía mover el lado izquierdo”, recuerda su madre. Luego vinieron las convulsiones y las visitas cada vez más regulares a médicos y hospitales.
A pesar de sus dificultades, y gracias al empeño de su familia, João ha desarrollado bien el habla y los movimientos. Su mayor afición es su canal de YouTube dedicado a los videojuegos. En una fría tarde en la que los visitamos, João Otávio mostró orgulloso su habitación llena de animales de peluche y entretuvo a los periodistas reventando un globo lleno de harina de maíz que parecía nieve cayendo.
Tras 23 años al frente del Sindicato de Trabajadores Rurales de Vacaria, Sérgio Poletto está decidido a entender si los pesticidas pueden haber contribuido a la aparición del síndrome que afecta a João Otávio, así como a las condiciones de otros niños de la localidad que esperan una plaza en Apae, un centro de rehabilitación e inclusión de personas con discapacidad del municipio.
La organización ha visto cómo se disparaba la demanda de plazas en los últimos años, y ha recurrido a Poletto para que investigue qué puede estar contribuyendo a ello. “Estamos muy preocupados por el aumento de niños discapacitados en los últimos 10 años”, afirma Maria Aparecida Fabris, coordinadora pedagógica de Apae, que actualmente atiende a 80 niños, mientras que otros 20 están en lista de espera. “No tenemos capacidad para acoger a más, porque todos se quedan con nosotros mucho tiempo”.
Con los hombros ligeramente inclinados, Poletto tiene un aspecto tímido que contrasta con sus valientes acciones. Ha asumido la tarea de “cuestionar lo que nadie cuestiona”, como él mismo dice. En 2013, ayudó a organizar un amplio estudio de más de 980 trabajadores rurales: el 95% dijo que utilizaba agroquímicos, y la mayoría los aplicaba con pulverizadores atados a la mochila, sujetos al cuerpo y utilizados sin protección.
Durante las visitas a fincas rurales, el dirigente sindical quedó asombrado por el uso intensivo de productos químicos, la falta de cuidado en su manipulación y el desconocimiento de sus riesgos. Neice Muller, médico de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, dirigió la investigación.
Poletto decidió utilizar la estructura del sindicato para concienciar a sus 7.000 afiliados de los riesgos de los pesticidas. Imprimió folletos y organizó charlas sobre la importancia de utilizar equipos de protección individual, además de nombrar a un técnico para ayudar a los agricultores a cambiar sus prácticas hacia la agricultura ecológica. Sin embargo, debido a la resistencia interna, solo pudo empezar ayudándoles a reducir el uso de pesticidas, en lugar de eliminarlos. “Tuvimos que suavizar el discurso para no perder miembros”, dijo.
Incluso Silvandro Fonseca, secretario municipal de Salud de Vacaria, confía a Poletto la búsqueda de explicaciones. Fonseca dice que le alertaron las tasas superiores a la media de muertes fetales, cánceres y problemas renales en el municipio, pero reconoce que la ciudad no tiene ningún programa de prevención. “Es difícil establecer una causa, por lo que también es difícil poner en marcha un programa”, dijo el secretario en una reunión en el ayuntamiento, convocada por Poletto y a la que asistió Dialogue Earth.
El monitoreo sanitario tiene que tomar las riendas, de lo contrario solo trataremos las consecuenciasDirceu Trevisan, ginecólogo y médico del Sindicato de Trabajadores Rurales de Vacaria
Dirceu Trevisan, ginecólogo y médico del sindicato, también es consciente del alto índice de abortos y muertes fetales entre las empleadas. “En muchos casos, le pregunto [a una paciente] qué producto aplica en el cultivo y no me lo puede decir porque son mezclas”, explica. “El monitoreo sanitario tiene que tomar las riendas, de lo contrario solo trataremos las consecuencias”.
Cuantificar la influencia de los pesticidas en las enfermedades graves de Brasil sigue siendo un desafío. “Pero el hecho de que sea complejo no significa que no haya impacto, es decir, que los riesgos no existan”, afirma la genetista Lavinia Schuler-Faccini, profesora del departamento de genética de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul y autoridad en anomalías congénitas en América Latina.
Schuler-Faccini señaló que los riesgos están cada vez más demostrados por estudios que comparan poblaciones expuestas y no expuestas, y por análisis en animales y células in vitro. “Uno de los grandes retos actuales es conocer el peso exacto [de la influencia] de los pesticidas en el desarrollo de afecciones y enfermedades”, explicó.
Los efectos de los pesticidas en los niños pueden provenir tanto del padre como de la madre, afirma Schuler-Faccini. La presencia de pesticidas en el organismo desregula las hormonas e interfiere en las señales producidas por los genes, que pueden desactivar, debilitar o activar en exceso su expresión. “Es un efecto a largo plazo, que se produce mucho antes del embarazo”, dijo la investigadora, que también dirige el monitoreo de las anomalías congénitas en Rio Grande do Sul.
Legislación flexible y batallas jurídicas
En Brasil, los pesticidas tienen un camino cada vez más despejado para su uso. En 2020, la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa) reevaluó la licencia del glifosato y lo consideró seguro, siempre que las dosis no superen los niveles de contaminación aguda y crónica.
Aprobada en 2023, la ley cuyo proyecto fue bautizado por sus opositores como “Ley del Veneno” flexibilizó aún más el control de los pesticidas en el país, a pesar de las duras críticas de la comunidad científica. Este mes de junio, el gobierno federal autorizó 80 nuevos productos pesticidas, entre ellos cuatro a base de glifosato. Uno de ellos será fabricado por Monsanto en Brasil, mientras que los otros tres se harán en China, que es un proveedor cada vez más notable de pesticidas para el mercado brasileño.
El glifosato y otros productos considerados peligrosos siguen sin estar restringidos en varios países. En 2023, la Comisión Europea autorizó el uso del herbicida durante otros diez años, aunque algunos países miembros de la UE han introducido prohibiciones locales para su uso en hogares y espacios públicos.
En Estados Unidos, sin embargo, Monsanto ha sido derrotada en los tribunales. Las víctimas de cáncer han podido demostrar que enfermaron a causa del Roundup, a base de glifosato: hasta ahora, 154.000 demandas han llegado a los tribunales estadounidenses, y la multinacional ha pagado 11.000 millones de dólares en indemnizaciones. Como consecuencia de la ofensiva, la multinacional alemana Bayer, propietaria de Monsanto, ha retirado el glifosato de los productos de uso residencial en el país. Este uso sigue estando autorizado en Brasil.
En Brasil se han producido menos demandas de este tipo, pero algunas han tenido lugar. En un caso, Lídia Maria do Prado, agricultora del estado de Paraná, en el sur del país, demandó a la multinacional tabaquera Alliance One por haber desarrollado una polineuropatía tardía, una disfunción nerviosa periférica asociada al contacto con pesticidas procedentes del cultivo de tabaco. Hasta ahora ha tenido éxito en los tribunales, pero es probable que la empresa recurra las decisiones en su contra.
Los agricultores de Nova Santa Rita y Eldorado do Sul, en Rio Grande do Sul, también han recurrido a los tribunales para prohibir la fumigación aérea de pesticidas, que ha afectado a los cultivos ecológicos y a la salud de los locales, que han manifestado síntomas de intoxicación que, según ellos, están relacionados con los productos químicos que se desplazan más allá de la zona prevista.
Pero no todos buscan justicia ni respuestas. Los padres de María prefieren no reabrir las heridas del pasado. Conocer la causa del destino de su hija sigue siendo insoportablemente doloroso.
Otra agricultora con la que hablamos recordó el caso de su sobrina, nacida en la década de 1990, cuando los campos de Vacaria empezaron a ser tomados por los cultivos de soja. La niña, hija de agricultores, nació muerta, víctima de anomalías congénitas. Todos estos años después, ahora se pregunta si la vida de esta niña se truncó sin piedad, al igual que la de María, por la exposición a los agrotóxicos.
Este artículo fue realizado con el apoyo del Howard G. Buffett Fund for Women Journalists de la International Women’s Media Foundation. Tatiane Moraes contribuyó a este artículo, aportando investigaciones sobre la asociación entre pesticidas, muertes fetales y anomalías congénitas.