La adopción de medidas para reducir emisiones de metano en ganadería, en línea con los compromisos derivados de la COP26, no constituye por ahora un objetivo central para América del Sur. Se trata, como máximo, de un propósito incipiente, que incluye planes gubernamentales de corto alcance, algunos estudios a campo e investigaciones que aún están en su etapa inicial.
32%
Se calcula que las emisiones procedentes del estiércol y las liberaciones gastroentéricas del ganado representan el 32% de las emisiones de metano causadas por el hombre, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
Si bien en varios sectores persiste la idea de que se trata de una actividad neutra en materia ambiental, existe un amplio consenso científico que dice que la ganadería es una de las principales generadoras de metano a nivel mundial. Se calcula que las emisiones del ganado, provenientes del estiércol y de liberaciones gastroentéricas, producen aproximadamente 32% de las emisiones de metano causadas por el hombre. En los países con mayor predominancia del sector primario, ese porcentaje puede ser muy superior.
Por estar entre los 15 principales productores mundiales de ganado vacuno, Brasil, Argentina y Uruguay tienen, con sus bemoles, un papel relevante en el cumplimiento de las metas emanadas de la última Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en donde se acordó reducir un 30% las emisiones de metano para 2030. A pesar de que los tres países son firmantes del mencionado pacto, el panorama es complejo y resta mucho camino por recorrer.
“La reducción de metano es un compromiso global, que no tiene metas específicas para cada país”, respondió con cautela Kelly Witkowski, gerente del Programa de Cambio Climático y Recursos Naturales del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA). La especialista reconoció que el sector agropecuario es responsable “del 48% de las emisiones de metano en la región”, pero replicó que la realidad del rubro es “muy diversa” y que no existe “una bala de plata que resuelva por sí sola el problema del metano”.
¿Qué se está haciendo en América del Sur para reducir el metano?
Aunque es hasta 80 veces más potente que el dióxido de carbono, el metano tiene una vida significativamente más corta en la atmósfera – alrededor de 12 años – por lo que la eliminación del gas puede lograr rápidos avances en el objetivo de limitar el calentamiento global. A pesar de la resistencia de algunos dirigentes políticos y del sector privado, Brasil, Argentina y Uruguay están empezando a tomar medidas para reducir sus emisiones de metano.
Prueba del incipiente cambio de paradigma es la reciente realización del foro “Metano en Ganadería: El Camino hacia la Neutralidad Climática”, que tuvo lugar en San Pablo a principios de mayo, organizado por la alimenticia JBS. Entre los 23 expertos que disertaron allí se encuentra Fabiana Villa Alves -directora del Departamento de Producción Sustentable y Riego del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Abastecimiento de Brasil-, quien en conversación con Diálogo Chino indicó que actualmente se aplican en el país tres tipos de tecnología: las que trabajan sobre el suelo, las que mejoran la genética del ganado y las involucradas en la nutrición del animal.
La funcionaria es una de las responsables del masterplan oficial ABC -lanzado en 2010 y actualizado en 2020-, que precisamente fomenta la adopción de nuevas metodologías por parte de los productores ganaderos. Una de ellas fue recientemente destacada por el Financial Times, consistente en el incremento de la carga animal y su reproducción a más temprana edad, un proceso que tiene por resultado la misma cantidad de carne pero con menor emisión de metano.
Una de las innovaciones incorporadas en Brasil recientemente fue la aprobación comercial de un aditivo alimentario reductor de metano, fabricado por la química europea DSM. Según reportó oficialmente la compañía, un ensayo realizado en la Universidad Estatal Paulista entre 2016 y 2017 registró una reducción de hasta un 55% en las emisiones de metano entérico con su uso en la carne vacuna.
Cualquiera de esas opciones requiere una inversión que no resulta sencilla para la estructura de un pequeño y mediano productor, perfil dominante en la región. “Por ello, para que las reducciones de metano sean sostenibles tienen que proveer beneficios adicionales, en términos de resiliencia, menores costos o mayor productividad”, subrayó Kelly Witkowski desde el IICA.
Antes que reducir las emisiones totales, en lo que se trabaja mayormente en estos países es en desacoplar los niveles de producción con el impacto ambiental. Así lo aseveró Guillermo García, líder del área de Ambiente del movimiento CREA, que agrupa a 2.000 empresas agropecuarias de Argentina.
Para que las reducciones de metano sean sostenibles tienen que proveer beneficios adicionales, en términos de resiliencia, menores costos o mayor productividad
“Lo que se busca es mejorar la eficiencia y bajar así la intensidad de las emisiones. Dicho en otras palabras: reducir las toneladas de gas de efecto invernadero por kilo de carne producida”, indicó García, quien compartió una investigación propia en el que a través del manejo del rodeo (por ejemplo, aumentando el porcentaje de destete) se podrían reducir un 10% la intensidad de las emisiones.
Recientemente, otro estudio -realizado por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria y una universidad nacional- halló una reducción del 25% de las emisiones de metano por kilo, para un grupo de animales alimentados con un suplemento invernal de maíz.
Para el consultor Víctor Tonelli, estas innovaciones “aún están en etapa de desarrollo, al tiempo que está faltando transferirlas en forma directa al productor”. Parte del problema podría explicarse porque la propia dirigencia argentina prioriza señalar que los modos locales de producción son antes una solución que un problema. Lo hacen no solo las autoridades políticas, sino también los representantes privados de la cadena cárnica. En ese país, además, se lanzó recientemente un plan que si bien incluye un capítulo de sostenibilidad, subraya entre sus objetivos principales aumentar el stock ganadero.
En la otra orilla del Río de la Plata sucede algo similar: el gobierno uruguayo apoya proyectos de investigación que permiten aumentar la eficiencia del rodeo (recientemente se presentó uno que logró bajar un 16% la emisión de gases de efecto invernadero por kilo de carne), pero a su vez se trabaja en un estudio -que incluirá 13 indicadores para medir la huella de la ganadería- que “colocará al país a la vanguardia en materia ambiental”, según adelantó a este medio el senador oficialista Sebastian Da Silva, presidente de la comisión de Ganadería, Agricultura y Pesca.
En torno a los esfuerzos para reducir las emisiones de metano y otras más amplias, muchos en la industria han querido posicionar a la ganadería como una actividad potencialmente neutra en cuanto a emisiones, en la que éstas se compensan con el almacenamiento de carbono en los suelos de los pastos. Este argumento se ha escuchado especialmente en Argentina y Uruguay, donde la deforestación provocada por la ganadería ha sido comparativamente menor que en el vecino Brasil.
Desafíos distintos
Rafael Terra, docente de la Universidad de la República de Uruguay, especializado en gestión de riesgo climático, sostiene que se deben diferenciar las características de los países de la región al momento de pensar soluciones para el sector.
“Creo que es parte de la torpeza de cierto discurso, que no distingue sistemas productivos. Debemos mejorar la digestibilidad del campo natural, sin perder la estructura del campo natural, ajustando la carga para trabajar con más pasto, para que no se deteriore la matriz del campo y para que las emisiones sean menores”, evaluó Terra.
Terra, al igual que otros consultados, quiere destacar las diferentes circunstancias de las emisiones de metano de los países y el objetivo mundial de reducirlas en un 30% en la próxima década. Brasil -que también se enfrenta a dificultades debido a las altas tasas de deforestación en el Amazonas- es el quinto mayor emisor de metano del mundo, pero sigue produciendo tres veces menos que el país líder, China. Argentina, por su parte, emite tres veces menos que Brasil; y Uruguay seis veces menos que Argentina.
La relativa poca importancia a nivel global no debiera ser una excusa para impedir el desarrollo de alternativas de producción más sustentables. Tampoco debiera confiarse simplemente en los cambios de dieta a nivel global, que igualmente conviven con un mayor nivel de consumo cárnico. Como dijo recientemente a este medio Marcelo Mena, director ejecutivo del Global Methane Hub, “con eso no alcanza”. Las acciones de mitigación deben profundizarse y América Latina debe ser protagonista de ese camino.