Un empleado de la constructora china Sepco1 murió víctima de un accidente, mientras trabajaba cortando árboles amazónicos para el paso de la línea de transmisión de la usina hidroeléctrica de Belo Monte, en la región norte de Brasil. La empresa asistió al empleado y afirmó que indemnizará a la familia. No es la primera vez que empleados de la empresa tienen problemas con Sepco1.
En 2015, el ministerio público de Trabajo del estado de Pará (MPT-PA) descubrió una serie de irregularidades tales como “trabajadores no registrados y 22 chinos trabajando en forma ilegal, sin visa. La empresa recibió una multa y firmamos un Acuerdo de Ajuste de Conducta”, afirma Laura Fernandes, procuradora federal del trabajo en Pará.
Sepco1 es una subsidiaria de la gigante Power China que actúa en Brasil y es la única empresa de construcciones china que integra el consorcio de empresas subcontratadas de Belo Monte Transmisora de Energía (BMTE), una sociedad de propósito específico formada por la china State Grid (51%) y por las estatales brasileñas Furnas (24,5%) y Eletronorte (24,5%), responsable por la construcción de la superlínea de casi 2.100 km de extensión.
Según afirma Chienju Lee, director de recursos humanos de la empresa, cuya oficina se encuentra en el edificio central de la compañía, en la sede de State Grid de Río de Janeiro, Sepco1 tiene 1.300 empleados en Brasil. La empresa ya emprendió algunas obras en el país, como la etapa C de la central térmica a carbón de Candiota, en Río Grande do Sul, la construcción de la línea de transmisión de la usina hidroeléctrica de Teles Pires, en el Mato Grosso, además de otras subestaciones de energía. A fines de 2015, Power China, empresa controladora de Sepco1, acumulaba activos por un valor de USD 77.100 y con 200.000 empleados en todo el mundo, quienes colaboran para la ejecución de los casi dos mil proyectos diseminados en 116 países.
Vagner Antunes, un operador de motosierra de 29 años con seis años de antigüedad en el oficio, estaba sentado al pie de un cocotero afilando su motosierra cuando su cuerpo fue alcanzado por una rama de casi 30 centímetros de diámetro proveniente de un árbol derribado por otro trabajador, que afirmó no haberlo visto.
En el lugar del accidente estaba presente Virgínio Pereira da Silva, de 30 años de edad, amigo de la infancia de Antunes y trabajaba con él en el equipo que derribaba árboles en la obra. “El árbol tenía 27 metros de altura y él estaba sentado en un radio de 24 metros. En el lugar ni siquiera había una camilla para socorrerlo. Fuimos entre varios trabajadores, lo pusimos en el auto y nos dirigimos hasta Anapu. Estaba muy hinchado. Cuando llegamos, tuvimos que ir hasta la ciudad de Altamira, donde finalmente falleció, dos días más tarde”, cuenta.
El coordinador administrativo de recursos humanos de Sepco1, João Bosco Pereira da Silva, afirma que Vagner Antunes estaba en el lugar y en el momento equivocado. “Realmente fue una fatalidad, nadie lo esperaba. A los trabajadores se los capacita para quedarse a 30 metros de distancia de donde se realiza la poda. Él se encontraba a una distancia menor a esa”, afirma João Bosco.
Sin embargo, Virgínio da Silva le responde y asegura que esos parámetros de seguridad raramente se cumplían, porque los encargados del equipo de poda los presionaban mucho para que derribaran el mayor número posible de árboles. “Aislábamos una superficie de 25 metros cuadrados y derribábamos árboles de 30, 40, casi 50 metros de altura. Con frecuencia dichos árboles caían fuera del cuadrado y derribaban otros árboles que supuestamente no debían caer”, afirma Virgínio, que luego del accidente fue despedido, en conjunto con aquellos empleados que estaban en el lugar del accidente. “La empresa tuvo miedo. Dijo que nosotros habíamos tenido la culpa [por el accidente] y nos despidió”, afirma.
En Brasil, la actividad de poda de árboles no está regida bajo ninguna norma. El ingeniero en seguridad de trabajo Mauricio Barros da Silva ya realizó innumerables pedidos al ministerio de Trabajo y Empleo solicitando la creación de reglas de seguridad para regular la actividad, pero todavía nada se hizo. “Los trabajos que suprimen vegetación presentan un alto potencial de gravedad, un índice de accidentes muy alto, con mutilaciones, incapacidad permanente y fatalidades. Con respecto a la seguridad de los empleados que trabajan en esos frentes de servicios, aquí todavía estamos gateando. Ya he trabajado en varias obras y lamentablemente he visto cosas muy tristes en campo, cosas que sólo hacen comprobar el gran número de accidentes que existe, el descuido de las empresas y de las autoridades competentes para con este trabajo. Desde mi punto de vista, las empresas todavía no percibieron que la actividad de poda es un tipo de trabajo que presenta un riesgo máximo”, afirma el especialista consultado por nuestros reporteros.
Elizani Macedo, esposa de Antunes, se enteró del acontecimiento a través de la esposa de Virgínio da Silva. En seguida partió, en ómnibus, desde la ciudad natal de Antunes, Ribeiro Gonçalves, en el estado de Piauí, hacia Altamira, recorriendo 1.150 km. “Cuando llegué a Marabá, a mitad de camino, supe que había muerto. La empresa mandó un automóvil con chofer para llevarme de vuelta al Piauí”, afirma Macedo. Cuando llegó, el cuerpo de su esposo ya estaba en la ciudad para ser sepultado. “Éste es mi segundo esposo que fallece. Tengo cuatro niños pequeños para criar. No estoy en condiciones de hacerlo”, dice Macedo, que cobrará USD 9.300 del seguro de vida de Antunes, que tenía un sueldo bruto mensual de USD 488.
Sepco1 además podría llegar a tener problemas con el Ministerio Público de Trabajo de Pará, que debería haber sido notificado al día siguiente sobre el accidente del trabajador y supo lo ocurrido a través de los reporteros de Diálogo Chino.