<p>Thiago Karai Djekupe, líder indígena guaraní, protesta contra el marco temporal, una propuesta legal que limitaría los reclamos de su pueblo sobre territorios en Jaraguá, São Paulo (Imagen: Dan Agostini / Diálogo Chino)</p>
Justicia

Indígenas de Brasil luchan por sus tierras en medio de posibles cambios legales

Frente a las amenazas y las polémicas propuestas de fijar una fecha límite para los reclamos de tierras ancestrales, las comunidades de São Paulo resisten

La imagen de la policía militar rodeando el centro de oración fue una señal de las tensiones a las que se enfrenta el pueblo indígena guaraní en Brasil. En un día nublado de principios de junio, decenas de guaraníes se reunieron para rezar, cantar y bailar en protesta por las amenazas a Jaraguá, su territorio, a sólo 20 kilómetros al noreste del centro urbano de São Paulo.

El ritual comenzó a última hora de la tarde, en la aldea Tekoá Pyau. Entre los congregados se encontraba Txai Suruí, una activista indígena de 26 años que se hizo internacionalmente conocida por su poderoso discurso en la conferencia sobre el clima COP26, celebrada en Glasgow en 2021. Originaria de un territorio indígena paiter suruí del estado de Rondônia, a unos 2.000 kilómetros al noroeste, en la Amazonía, Suruí se hizo presente para protestar junto a su compañero, Thiago Karai Jekupe, uno de los líderes guaraníes de Jaraguá.

El grupo se reunió para protestar por las medidas ―tanto en el Congreso como en el Tribunal Supremo de Brasil― que podrían impedir a los indígenas reclamar legalmente sus territorios ancestrales. El 30 de mayo, la Cámara de Diputados aprobó un proyecto de ley sobre el marco temporal, una propuesta que sólo reconocería las reivindicaciones territoriales de las comunidades indígenas si ocupaban las tierras en 1988, año en el que se aprobó la actual Constitución brasileña. El proyecto se someterá ahora a votación en el Senado.

Por otro lado, una semana después, el 7 de junio, el Tribunal Supremo reanudó sus deliberaciones sobre la controvertida propuesta, que está tramitándose en el sistema judicial del país desde 2007. Se esperaba que el máximo tribunal emitiera un fallo, pero el juez André Mendonça, nombrado por el ex presidente Jair Bolsonaro, solicitó suspender el caso. Se espera que vuelva a tratarse en septiembre.

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Thiago Karai Djekupe (centro) y su compañera Txai Suruí (derecha) durante una protesta en Jaraguá, São Paulo, en junio. Djekupe lloraba mientras la policía rodeaba a los indígenas (Imagen: Dan Agostini / Diálogo Chino)
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Indígenas de 21 etnias diferentes en una protesta en mayo contra el marco temporal, una propuesta legal para limitar los reclamos de tierras indígenas que se está tratando en el Tribunal Supremo y el Senado de Brasil (Imagen: Dan Agostini / Diálogo Chino)
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Tras desalojar a los manifestantes de la autopista Bandeirantes de São Paulo, la policía se hizo presente en un centro de oración en el territorio indígena Jaraguá para informar a la comunidad guaraní sobre una sentencia judicial que restringe sus manifestaciones (Imagen: Dan Agostini / Diálogo Chino)

Según Suruí, de aprobarse, estos cambios legales representarían “la muerte no sólo de los pueblos indígenas, sino del planeta, ante el mayor desafío de la humanidad, el cambio climático”.

En vísperas de la votación, se produjo una oleada de protestas en todo Brasil, convocadas por la Articulación de Pueblos Indígenas (APIB), red que reúne a organizaciones indígenas de todo el país. El día en que el Congreso aprobó el proyecto de ley, más de 100 manifestantes, entre ellos personas de 21 etnias diferentes, ocuparon Bandeirantes, una de las principales autopistas de São Paulo.

La policía los sacó por la fuerza de la autopista, además de realizar sobrevuelos rasantes con helicópteros para “rodearlos y seguirlos hasta las aldeas”, afirma Jekupe. “No necesitaban hacer eso; no somos un pueblo violento. Somos la nación guaraní, que vive aquí desde mucho antes de que a ningún colonizador se le ocurriera pisar esta tierra”.

Somos la nación guaraní, que vive aquí desde mucho antes de que a ningún colonizador se le ocurriera pisar esta tierra
Thiago Karai Djekupe, líder guaraní

El 3 de junio, después de que una sentencia del Tribunal de Justicia de São Paulo les prohibiera volver a la autopista, el grupo se volcó en su ceremonia religiosa en su pueblo, que se celebró como un acto de protesta.

Resistencia contra las amenazas a la tierra

Aunque ambos son jóvenes, la vida de esta pareja de activistas está marcada desde hace tiempo por diversos conflictos. Suruí es hija de los activistas Ivaneide Bandeira Cardozo y Almir Suruí, que llevan décadas luchando por la conservación de las tierras indígenas en la Amazonía. Jekupe, de 29 años y nacido y criado en Jaraguá, es nieto de Jandira Augusta Venício, una mujer que dirigió la aldea y buscó mejores condiciones para sus integrantes.

Gracias a la influencia de su abuela, Jekupe aprendió a resistir las amenazas sobre su territorio, cada vez más cercado por el desarrollo urbano. En la actualidad, poco menos de 600 guaraníes ocupan esta zona de 1,7 hectáreas ―el territorio indígena reconocido más pequeño de Brasil― pero reclaman tierras ancestrales que se extienden por más de 500 hectáreas dentro del distrito de Jaraguá. Estas tierras se solapan con un parque estatal que alberga el Pico do Jaraguá, el punto más alto de São Paulo, de 1.135 metros. Visto desde su cima, el horizonte de esta metrópolis latinoamericana ha sido tomado por imponentes edificios, que contrastan con la exuberante extensión de Mata Atlántica que cubre la montaña.

Aunque ya está rodeada de amplias autopistas y edificios de apartamentos de lujo, Jaraguá se enfrenta a la continua presión de los promotores inmobiliarios.

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Vista aérea de la aldea Tekoá Pyau, en el territorio indígena Jaraguá, São Paulo. El territorio ha quedado rodeado de autopistas y apartamentos de lujo, y se enfrenta a la continua presión del desarrollo urbano (Imagen: Dan Agostini / Diálogo Chino)
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Un joven indígena mira hacia el centro urbano de São Paulo, a sólo 20 kilómetros del territorio Jaraguá (Imagen: Dan Agostini)

“Sabemos que para los jurua [término guaraní para referirse a los brasileños blancos], la tierra donde vivimos tiene un alto valor por metro cuadrado”, dice Jekupe. “Pero nuestras vidas no”.

En mayo, los concejales de São Paulo empezaron a debatir cambios en la normativa del próximo plan para la ciudad. Una de sus principales propuestas es ampliar la zona en la que los edificios no tienen límite de altura para incluir los alrededores de Jaraguá. “Hubo muchos movimientos para hacer subdivisiones irregulares [de terrenos para permitir nuevos desarrollos], promovidos por gente poderosa”, dijo la concejala Luana Alves a Diálogo Chino.

La contaminación y las amenazas, en aumento

Mientras se siguen construyendo lujosos apartamentos al pie del Pico de Jaraguá, las condiciones en el territorio indígena son cada vez más precarias y deterioradas. En la aldea Tekoá Pyau, las familias de los pueblos indígenas tupí-guaraní y guaraní-mbya comparten viviendas, baños y cocinas. Algunas casas, construidas con el apoyo de organizaciones sociales, son de madera resistente, mientras que otras construidas por los miembros de la comunidad son más precarias, construidas con chatarra y madera contrachapada.

La escuela y el centro comunitario del pueblo son de ladrillo, mientras que en el centro de oración aún se puede ver el estilo de construcción tradicional guaraní, con barro y madera. El campo de fútbol local es muy concurrido y lo utiliza un equipo femenino. A última hora de la tarde, los habitantes se reúnen en torno a pequeñas hogueras para calentarse en el frío invernal de São Paulo, que registra una media diaria de 13°C en julio. Todos tienen electricidad, pero el acceso al agua es más limitado y a menudo se agota por la noche. Las aguas residuales del pueblo no se tratan.

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Jóvenes indígenas cocinan y hacen artesanías en el frente de una casa en la aldea Tekoá Pyau, en el territorio de Jaraguá, São Paulo (Imagen: Dan Agostini / Diálogo Chino)
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El centro comunitario es uno de los pocos edificios de ladrillo de la aldea Tekoá Pyau. Las viviendas, los baños y las cocinas suelen ser compartidas (Imagen: Dan Agostini / Diálogo Chino)
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Un habitante de la aldea Tekoá Pyau llena un balde de agua de un grifo comunitario. La escasez de agua suele afectar al pueblo por la noche, y las aguas residuales no son tratadas (Imagen: Dan Agostini / Diálogo Chino)

Jekupe dice que echa de menos los días que pasaba bañándose en lo que la comunidad local llama cariñosamente “el río de la abuela”, el río Ribeirão das Lavras, que atraviesa el territorio. “Antes de ir allí, íbamos a casa de mi abuela”, recuerda. “Ella nos enseñó a pedir permiso a los espíritus del agua para poder bañarnos y conseguir comida”.

Anteriormente utilizado por muchos aldeanos, el río ha quedado inutilizado por la contaminación de las aguas residuales.

Según Jekupe, tanto la contaminación como las amenazas a la aldea se han intensificado en medio del prolongado debate sobre el proyecto de ley de marco temporal y la actuación del Tribunal Supremo. “Esta falta de claridad anima a los invasores [a entrar en su zona reclamada], que creen que sus acciones se legalizarán en el futuro”, afirma Jekupe. En mayo, Txai Suruí fue emboscada por un grupo de unos 50 hombres en el territorio indígena Uru-Eu-Wau-Wau, su hogar en el estado de Rondônia.

Las demandas que defienden el marco temporal

El proyecto de ley de marco temporal está siendo examinado actualmente por las comisiones del Senado, pero aún no se ha fijado una fecha para la votación en la Cámara Alta. Mientras tanto, se espera que los debates se reanuden en el Tribunal Supremo en septiembre. Este caso tiene su origen en una disputa territorial entre el gobierno del estado de Santa Catarina, en el sur de Brasil, y el pueblo Xokleng. Pero si el Tribunal lo aprueba, podría afectar a todas las demarcaciones de tierras del país.

“Al recibir este caso [como relator], el ministro de la corte suprema Edson Fachin declaró que la decisión tendrá ‘repercusión general’, es decir, se aplicará a todos los casos en Brasil que traten sobre el mismo tema”, dice Ana Carolina Alfinito, abogada e investigadora de la APIB.

Quienes defienden el caso del Estado, como el ponente del proyecto de ley y diputado federal Arthur Maia, así como representantes de la agroindustria, argumentan que garantizaría seguridad jurídica a los propietarios de tierras.

Tanto el proyecto de ley como el caso ante el Tribunal Supremo se refieren al marco temporal, que exigiría a los pueblos indígenas demostrar que ocupaban las zonas que reclaman el 5 de octubre de 1988, día en que se promulgó la Constitución federal de Brasil, tras el fin de la dictadura militar del país (1964-1985).

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Mujeres guaraníes en el territorio de Jaraguá, São Paulo. Su comunidad está a la espera de decisiones judiciales que podrían afectar a sus reclamos sobre territorios ancestrales (Imagen: Dan Agostini / Diálogo Chino)

La propuesta del marco temporal ignoraría los desplazamientos forzosos que los pueblos indígenas han sufrido a lo largo de la historia, en particular al inicio de la colonización europea a partir del siglo XVI, así como durante la dictadura militar. También pasa por alto la existencia de pruebas arqueológicas de la ocupación de pueblos indígenas en territorio brasileño ―como la de los pueblos guaraníes en los actuales estados de São Paulo y Mato Grosso do Sul― “hace por lo menos dos mil años”, explica Eduardo Neves, profesor y director del Museo de Arqueología y Etnología de la Universidad de São Paulo.

Aunque la propuesta de marco temporal aparece en ambas demandas, el proyecto de ley, según Alfinito, tiene “muchos más puntos devastadores y claramente inconstitucionales”. La ley permitiría, por ejemplo, actividades económicas, como la minería, que degradarían la vegetación protegida por las tierras indígenas.

Para Jekupe y Suruí, la protección del medioambiente debe primar sobre los intereses económicos, algo en lo que los grupos indígenas pueden desempeñar un papel clave. “Conservamos los árboles, las abejas en peligro de extinción y cientos de manantiales [en Jaraguá], donde hay una capa freática muy importante [el nivel subterráneo bajo el que se puede encontrar agua]”, afirma Jekupe.

Para Suruí, garantizar la protección de estas tierras indígenas y de los ecosistemas que albergan tendrá implicaciones mucho más allá de sus fronteras: “No estamos hablando sólo de la vida de los pueblos indígenas. Estamos hablando de las vidas de todos, incluidos los que están decidiendo en contra de nuestro futuro”.