Las pérdidas y daños — el término utilizado para describir los costos de los daños irreparables causados por el cambio climático, han sido un tema principal en la COP27, la conferencia sobre el cambio climático que se lleva a cabo en Egipto actualmente. En la ceremonia de apertura, el Secretario General de la ONU Antonio Guterres declaró que el resultado de este asunto determinará el éxito o fracaso del foro.
Para los países en desarrollo, las pérdidas y daños se han vuelto un tema central por la urgencia del momento: las vidas se están perdiendo ya, los ríos se están secando, el ganado se está muriendo y cada día vemos más desastres alarmantes alrededor del mundo. Bajo el bloque de los G77 y China: una coalición de 134 países en desarrollo, las naciones más vulnerables están exigiendo una facilidad especializada que financie las pérdidas materiales e inmateriales causadas por desastres climáticos.
Hasta el momento, varios países han hecho ofertas de capital pero mientras la COP27 entra en sus últimos días, no se ha llegado a una conclusión clara sobre un fondo destinado para este fin.
La controversia radica en que los países que exigen la facilidad argumentan que los países desarrollados deben pagar compensaciones a las naciones en desarrollo que, a pesar de ser responsables de una pequeña parte de las emisiones a nivel mundial, están pagando los impactos más severos del cambio climático.
“Es una parte complicada porque estos países que han basado su desarrollo en la extracción, ahora tendrían que poner parte de esa riqueza que han acumulado para compensar los daños que han cometido”, explicó la investigadora nicaragüense Tania Guillén. “Se comienzan a hablar de responsabilidades y de cómo identificar esas responsabilidades”.
Este punto ha generado señalamientos, y los países desarrollados en particular, se han mostrado reacios en aceptar esta narrativa de culpabilidad, temerosos de que si se habla de compensación se abra una ventana de reparaciones impagable.
Los países desarrollados tendrían que poner parte de esa riqueza que han acumulado para compensar los daños que han cometido
El enviado especial de Estados Unidos para el clima, John Kerry, dijo que su país está “ansioso de que se tome el tema y anticipa conversaciones reales”, pero no se ha presentado un plan concreto al respecto. Por su parte, Xie Zhenhua, enviado de China para el clima, declaró que sí aportaría a un eventual fondo “pero que no tiene ninguna obligación de hacerlo”. China —a pesar de ser la segunda mayor economía mundial y el mayor emisor anual de gases de efecto invernadero, y de enfrentarse a graves amenazas por el cambio climático— se posiciona como un país en desarrollo en las negociaciones sobre el clima.
Estos intercambios son ilustrativos de las vacilaciones y controversias en torno a las pérdidas y los daños. El peligro es que la conversación se diluya entre culpas y señalamientos, y finalmente termine en nada.
Los culpables
La gran pregunta es ¿quién es responsable del cambio climático? Y ¿quién debería pagar sus consecuencias? La respuesta podría parecer simple. Los países desarrollados deberían pagar porque son responsables de la gran mayoría de las emisiones que impulsan el cambio climático y causan pérdidas y daños. Pero no es tan sencillo.
Aunque China es ahora el primer emisor del mundo, en términos de total de gases de efecto invernadero anuales, es Estados Unidos quien lidera las emisiones per cápita, seguido de Rusia, Japón, China y la Unión Europea. Más abajo en la lista de mayores emisiones totales, empieza a verse la complejidad del asunto: Brasil ocupa el puesto número siete y México el trece, ambos países “en desarrollo”.
La categoría de países desarrollados vs. en desarrollo ha sido cuestionada por años: no es lo mismo hablar de China que de Trinidad y Tobago, una isla en el Caribe que tiene un GDP de 21 mil millones contra los casi 18 trillones de China, y que no tendría los mismos recursos para enfrentar un desastre climático.
Hay quienes argumentan que los culpables entonces son los que han generado emisiones históricas desde la revolución industrial, y han desarrollado su economía a base de combustibles fósiles. Estados Unidos es lejos el número uno, luego están China y Rusia.
Sin embargo, la presencia de países en vías de desarrollo como Brasil, Indonesia e India entre los diez primeros añade complejidad, ya que las emisiones derivadas del cambio en el uso de la tierra y la deforestación en estos países contribuyen significativamente a las emisiones históricas. A esto hay que sumarle la complejidad de recolección de datos: dependiendo de cómo se miden las emisiones, cambian los resultados.
¿Cómo es posible que empresas que obtuvieron 200.000 millones de dólares de ganancias no esperen aportar a un fondo de pérdidas y daños?
Luego se pone más complejo. ¿Qué ocurre con las empresas privadas emisoras? Existen empresas que tienen emisiones más grandes que países enteros. ¿No deberían pagar estas directamente? La primera ministra de Barbados Mia Mottley en su discurso de apertura de COP27 sugirió la idea de que sean las empresas de combustibles fósiles las que paguen estos daños.
“No puede ser solo una cuestión de pedir a los estados partes que hagan lo correcto”, dijo a los líderes. “Las compañías de petróleo y gas y quienes las facilitan deben participar en una convocatoria especial desde ahora hasta COP28”.
“¿Cómo es posible que empresas que obtuvieron 200.000 millones de dólares de ganancias en los últimos tres meses no esperen aportar al menos 10 céntimos de cada dólar a un fondo de pérdidas y daños?”, agregó Mottley.
Entonces, ¿qué sigue para las pérdidas y daños?
“Más allá de lo que se discute acá [en la COP27] y los países desarrollados, es la necesidad que tienen las comunidades vulnerables”, dijo Adrián Martínez, director de la Ruta del Clima, una ONG costarricense que promueve la participación pública en la acción climática.
“El mayor obstáculo es mantener la unidad en el sur global, no en una discusión que nos lleve a una situación de posiciones políticas. La pregunta es de dónde van a venir recursos, para brindarle ayuda para las personas que día a día ven sus fuentes de alimentación destruidas, ven que ya no hay escuela, o no hay hogar”, agregó.
Esto no puede esperar 4 años, es el tipo de urgencia que los negociadores del norte no pueden entender porque no son ellos quienes tienen que afrontar estos retos, explicó Martínez.
Quedan algunas preguntas incómodas por responder ¿qué pasa con esos países en desarrollo de mediano o alto ingreso que actualmente están dentro de los emisores principales: India, China, Brasil o México? ¿Qué pasa con las personas dentro de países desarrollados de bajos recursos, no documentados y que no cuentan con protección del estado en los desastres climáticos? ¿No deberían tener acceso a estos recursos de pérdidas y daños también?
Ninguna de estas preguntas es fácil de responder. Lo que sí es cierto es que los desastres naturales están afectando a poblaciones en todo el planeta. El riesgo de que estas conversaciones se queden en el limbo de las culpabilidades y que no se llegue a un acuerdo.
Durante la pandemia la colaboración emergió a nivel global: se donaron recursos, y tecnologías de países capaces a otros. Surgió un sentimiento de urgencia planetaria. El cambio climático es similar: un evento planetario que amenaza el bienestar de todas las personas, pero en este momento está enfocado en culpabilidades.
Si los mandatarios lograran canalizar las lecciones de esa época, sugiere un estudio del Instituto Heinrich Boll Stiftung, se podría lograr este nivel de solidaridad global que se necesita con urgencia para coordinar un esfuerzo internacional y garantizar que los países en desarrollo vulnerables tengan el apoyo que necesitan con urgencia.
La COP27 continuará hasta el viernes 18 de noviembre, aunque no es raro que las cumbres se extiendan a medida que se ultiman las negociaciones y los acuerdos.