Hace dos décadas atrás, China anunciaba por primera vez su deseo de salir a invertir en el exterior, pero el año pasado experimentó una significativa expansión en su participación en el extranjero. Apoyando a nuevas instituciones financieras, como el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIb) y el Nuevo Banco de Desarrollo con sede en Shanghai (conocido como el “Banco de Desarrollo BRICS”) y dando a conocer importantes iniciativas de comercio, inversión y de extracción de recursos en el marco del “Un cinturón, una ruta”, China ha desafiado al sistema denominado como Bretton Woods.
Como he señalado previamente en chinadialogue, lo anterior refleja la falta de progresos en la ampliación del rol de China en organizaciones internacionales, tales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), que aparecen cada vez menos representativas. Lo último – que busca construir conectividad y cooperación a través de Eurasia (el “Cinturón Económico de la Ruta de la Seda”) y una creciente red de rutas marítimas (“La Ruta Marítima de la Seda del Siglo 21”) – no sólo sugiere una política exterior de nuevo asertiva, sino también un deseo para transferir parte de la sobrecapacidad china a nuevos mercados en la “nueva normalidad”: un período de desaceleración del crecimiento que China proyecta que se transforme en un cambio estructural tendiente hacia una mayor calidad y desarrollo sostenible.
En este contexto cambiante, una nueva edición especial de nuestra publicación recopila lo mejor de nuestra escritura sobre estos temas, disponibles aquí para su descarga gratuita, presentando una serie de importantes perspectivas sobre cómo las actividades de China en la financiación del desarrollo, la construcción de infraestructura y la extracción de recursos están cambiando en todo el mundo, y cómo estas experiencias, a su vez, están empezando a cambiar los enfoques del desarrollo de China.
Más allá de la tan repetida retórica “ganar-ganar“, típica en los procesos de cooperación, en el ascenso de China son en general los aspectos ambientales los que no son denunciados – y por lo tanto requieren una mayor atención en el marco de esta coyuntura crítica. En esta edición especial, la presentación de informes y análisis explican cómo el capital chino continúa apoyando la generación de carbón en todo el mundo, desde Europa oriental a Pakistán; cómo las empresas chinas están implicadas en la deforestación no sostenible y, a menudo ilegal de Mozambique a Brasil y Guyana; cómo los subsidios de combustible apoyan la sobrepesca a cargo de flotas pesqueras chinas en aguas distantes; cómo el desarrollo de los sectores extractivos sustenta conflicto en Afganistán; y por qué las represas financiadas por los chinos en Mongolia pueden poner a la “Ruta de la seda verde” en tela de juicio.
Sin embargo, los artículos de este número también pueden iluminar sobre nuevas posibilidades: que el AIIB, por ejemplo, pueda adoptar estándares internacionales de crédito y dar la bienvenida a la participación de ONG´s en grados inesperados, incluso aunque la falta de una junta directiva presente un desafío; que las compañías de energía puedan estar involucradas con la sociedad civil en el extranjero para mejorar su reputación y la seguridad; que las empresas chinas pueden adoptar nuevos estándares voluntarios para mejores prácticas; y quizás lo más prometedor, que la inversión china pueda acelerar la transición de bajas emisiones de carbono en todo el mundo.
De hecho, China podría cambiar el juego – y rehacer el mapa – para mejor, ya que gracias a la inversión sostenida en tecnologías de energía renovable, el país emergería como un líder mundial en la fabricación y la innovación de los productos necesarios para generar energía eléctrica a partir del viento y el sol, tal como concluyen expertos en innovación como John Mathews y Hao Tan quienes recientemente han determinado que puede marcar el comienzo de “un nuevo paradigma energético con consecuencias trascendentales.”
En el Punjab de Pakistán, Zofeen Embrahim informó acerca de una compañía china que está construyendo una granja de 100 megavatios de energía solar fotovoltaica, siendo el primer proyecto de energía con una inversión de US$ 46 billones del Corredor Económico China-Pakistán, y la fase piloto de un proyecto de construcción con la mayor planta solar del mundo. También exploramos cómo los principales importadores de alimentos chinos podrían desempeñar un papel importante en la lucha contra la deforestación en América Latina bajo el compromiso de abastecer al mercado interno con soja procedente de fuentes sostenibles.
En un contexto de esfuerzos globales por mitigar el cambio climático después del acuerdo de París, y la nueva campaña de China para crear una “civilización ecológica” en su propio país, la comprensión de estos ejemplos se convierte en una cuestión más importante. Esperamos que los artículos contenidos en este número especial contribuyan hacia el avance de esta comprensión.
Siga este enlace para leer el informe “China rehace el mapa: Perspectivas Verdes’, patrocinado por la Fundación Henry Luce.