El ascenso de China como potencia económica ha tenido un impacto significativo en la configuración de las relaciones internacionales. La Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), lanzada por el presidente Xi Jinping, ha sido una estrategia clave para la expansión de los mercados chinos mediante programas de desarrollo de infraestructuras y de integración económica global que complementan el flujo de los intercambios comerciales.
América Latina no ha sido ajena a ese proceso de transformación del escenario internacional. Pese a algunos intentos de promover modelos de valor agregado, las economías de los países latinoamericanos están basadas, principalmente, en la explotación de los recursos naturales con altos niveles de dependencia del capital financiero. Y, durante los últimos años, los países de la región han salido a la búsqueda de nuevas asociaciones políticas-económicas que les permitan diversificar sus fuentes de inversión y mercados.
En América Latina, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), indagó en los motivos del atraso económico de los países latinoamericanos y las debilidades que impedían la modernización y el consecuente desarrollo. Los referentes de la CEPAL identificaron un patrón dominante en las vinculaciones internacionales que establecía condiciones de desarrollo en el centro y subdesarrollo en la periferia.
Los países latinoamericanos se insertaron desde una situación de subordinación y dependencia respecto de las economías desarrolladas, hecho que se profundizó con la globalización. Esta relación de dependencia se reprodujo hacia el interior de los países latinoamericanos. En el interior de Argentina, por ejemplo, se identifican provincias de economías periféricas y provincias centrales. Esas provincias de menor desarrollo se enfrentan a una situación de doble periferia: se insertan en la periferia de un Estado que, a su vez, es periférico en el sistema internacional.
En Argentina las provincias que integran la doble periferia se ubican geográficamente en el Noroeste y Noreste. Se trata de provincias que históricamente han presentado escasa diversificación de sus matrices productivas, economías que giran alrededor de la explotación de sus recursos naturales sin agregado de valor, se encuentran alejadas de los principales puntos de distribución y consumo del país, y dependen del financiamiento del gobierno nacional.
A partir de la década de 2010, las provincias de la doble periferia profundizaron sus vinculaciones internacionales con el objetivo de mejorar sus condiciones para el desarrollo local. Allí es donde emerge una aparente complementariedad con los intereses asiáticos en la región. Las provincias del norte como Jujuy y Salta han sido actores clave en la relación con China, diversificando una agenda de trabajo con China.
Por ejemplo, Jujuy ha formalizado un acuerdo de hermanamiento con la provincia china de Guizhou, promoviendo intercambios académicos y culturales. Asimismo, ha sido pionera en el desarrollo de proyectos energéticos, como la construcción del parque solar de Cauchari y proyectos de producción de litio.
Salta, por su parte, ha firmado acuerdos estratégicos con instituciones chinas para fomentar actividades culturales y al mismo tiempo captar inversiones para inaugurar su primer proyecto de producción de carbonato de litio en 2024. Iniciativas como estas se repiten en diferentes provincias argentinas con mayor o menor intensidad.
El fortalecimiento de los lazos subnacionales con China ha tenido implicaciones significativas tanto para las provincias como para los gobiernos nacionales. Las inversiones chinas han respondido a las demandas de financiamiento que los países no han podido satisfacer.
Sin embargo, esta intensificación de los vínculos ha revelado algunas desarticulaciones entre las provincias y el Estado Federal. Uno de los desafíos destacados es la falta de un modelo productivo definido para el modelo de explotación del litio y la ausencia de políticas que fomenten la transferencia de conocimientos y tecnología desde las inversiones extranjeras. Las provincias argentinas que forman parte del Triángulo del Litio, desarrollan proyectos sin desarrollo de valor agregado. Las alternancias políticas en la presidencia argentina también han generado algunas incertidumbres en las iniciativas subnacionales, afectando la continuidad y causando molestias a los inversores y empresas chinas.
En consecuencia, las provincias de la doble periferia han encontrado en China un socio clave para promover su desarrollo, especialmente a través de proyectos de energías renovables y litio. Para China iniciativas como estas permiten ubicar a firmas y capitales al mismo tiempo que se aseguran elementos esenciales como el litio, que le permite mantener su liderazgo en la carrera de la transición energética. Para la doble periferia argentina, estos proyectos posibilitan la diversificación de las matrices productivas locales. Sin embargo, existen algunas señales de alarma vinculadas con la ausencia de transferencia de tecnología y conocimiento, el impacto ambiental, entre otros.
A fin de maximizar los beneficios de la desafiante relación con China, es esencial mejorar la coordinación entre los niveles nacional y subnacional y desarrollar políticas que impulsen la transferencia tecnológica y la creación de cadenas de valor a partir de los recursos naturales disponibles. Se evidencia la necesidad de integrar los intereses de desarrollo de las provincias en el diseño de la política exterior de Argentina, un desafío aún pendiente.